Ojalá todos los que hayan leído la pregunta digan inmediatamente que sí. Que no es lo que parecen querer responder otras personas que se niegan a dejar que nazcan nuevos seres humanos o que sigan viviendo otros, aunque tengan dificultades. Que no nazcan más porque esto por acá está muy feo, pero sobre todo porque me dañan mis planes personales de seguir haciendo una vida en modo unipersonal, sin tener que comprometerme con nada ni con nadie. Que se mueran lo más pronto posible, y si se necesita se les ayuda, quienes requieren demasiada atención y mucho cuidado. La vida es muy corta, dirán estos exterminadores, como para criar niños o cuidar enfermos y ancianos. Hasta estos extremos de pensamientos realmente inhumanos ha llegado buena parte de la cultura en que nos ha tocado vivir en estos tiempos.
Quizás hay que volver con sencillez a aquellas fuentes de sentido de la vida y también de alegría y gozo. Pero para ello hay que romper con tanta ideología que encadena a las personas en una visión muy pobre de la vida. Y las hay ideologías burguesas y elegantes, perfumadas, diríamos, y vulgares y callejeras, que más huelen a sudor y piedra. Pero el efecto es el mismo: rompen el hilo frágil pero potente de la vida y sus encantos. No dejan ver la potencia del amor que se entrega y del amor recibido sin prejuicios. Nublan la mente para maravillarse de los millones de seres humanos que viven felices habiendo formado matrimonios, familias, llegando a ser abuelos, tíos, primos. Oscurecen de tal manera el horizonte, que se hacen incapaces de experimentar la verdadera amistad, o el gusto del encuentro y la mirada a los ojos y también la esperanza que surge de los verdaderos vínculos, nacidos del alma y no del odio.
¡Qué agitación en las almas que propenden por la destrucción de la vida, qué egoísmo tan radical, qué ausencia de humanismo tan notable y empobrecedora!
Puede sonar cursi, pero hay que contarle a quienes respiran la cultura de la muerte, que sí vale la pena vivir, pese a todos los obstáculos que se presentan. Que sí vale la pena enamorarse, aunque a veces paguen mal. Que sí vale la hacer el camino de la vida con un esposo, una esposa, tener hijos, criar, ver crecer, recoger frutos, acompañar, cuidar, despedir con serenidad. Que las personas todas tiene siempre su encanto, a veces un poco escondido, pero cada una es un misterio nunca abarcado que invita a explorar en busca de cosas maravillosas. Que vivir no puede ser solo pelear hasta con las sombras de los demás y sobre todo con las de uno mismo, pues eso opaca el sol de la alegría. El sol sale todos los días y para todos. Y solo da vida en la tierra.
Es un privilegio estar aquí mientras el resto del universo es frío y oscuro. ¿Cómo atreverse a despilfarrar este ser los únicos seres vivos conocidos del cosmos? No les creamos, no le crean a los que perdieron el gusto por vivir. Tratemos de seducirlos para este lado, a este Edén, la vida, que siempre ofrece frutos que alegran el corazón. El único fruto prohibido es la muerte.