Hace ya 28 semestres académicos inicié mi labor docente, con apenas 23 años, una decisión que como proyecto de vida me ha llevado a desarrollar una carrera llena de satisfacciones al ser parte del proceso formativo de los universitarios colombianos. Han sido miles los que han pasado por mis asignaturas y de muchos guardo grandes recuerdos y conservo su amistad.
Inicia en la mayoría de universidades del país un nuevo semestre, en un estado de “normal anormalidad”, donde la crisis se debe transformar en una oportunidad para contribuir a la mejora de la educación. Todo un reto que con el compromiso de siempre asumimos los docentes, quienes hemos tenido que reinventarnos para poner en marcha las adaptaciones tecnológicas, sumadas al debate, la reformulación de las clases ya una reflexión que nos permita comprender y hacer comprender que el distanciamiento social ha creado situaciones complejas y a su vez complicadas en materia del trato personal profesor-estudiante, así como de los sistemas de evaluación y el intercambio con la comunidad académica y los administrativos.
Es momento de una reflexión colectiva entre el Estado y la Universidad, tanto las públicas, como las privadas, para deshacernos de la camisa de fuerza de ciertas normas que amparan a los más fuertes y desconocen el papel de las universidades populares en el entorno social colombiano. ¿Qué sería de este país si hace 70 años, un visionario emprendedor como mi abuelo Julio César García no hubiese ideado abrir una universidad nocturna, la primera en América Latina?
La pandemia de la Covid-19 es un momento de disrupción en la educación que la enfrentó globalmente a un dilema: la universidad digital o virtual, la universidad presencial o la educación dual, con alternancia o aprendizaje combinado “blended-learning”. Todos son nuevos espacios de enseñanza colaborativa, pero tal vez no estábamos preparados para la sofisticación de los procesos de creación del conocimiento a través de las distintas plataformas tecnológicas, aunque en muchas instituciones hicimos todos los esfuerzos por virtualizar nuestros contenidos, no así, desafortunadamente, instituciones que aun gozando de la anhelada acreditación institucional, resolvieron cancelar el semestre académico anterior, ejemplos sobran, aunque ahí si le faltó contundencia a las autoridades para hacer el seguimiento correspondiente.
Ahora las tecnologías no son un rol didáctico, son parte de la propuesta educativa; ahora el trabajo colaborativo de los docentes se impone, en el sentido de crear módulos específicos dentro de sus asignaturas, para hacerlas más ágiles y pedagógicas; ahora los estudiantes deben comprometerse con la autodisciplina del aprendizaje autónomo. Pero como dice el bambuco ¿cuándo será ese cuándo y esa dichosa mañana?
En estos largos meses de encierro parcial, hemos tenido que reflexionar y actuar, pero también, como directivo universitario, particularmente he recibido grandes aprendizajes en este período, aprendizajes de mi jefe, mis compañeros, mis subalternos, mis estudiantes, mis colegas de otras universidades, pero tal vez el mejor aprendizaje, es haber comprendido que la universidad es un lugar insustituible y de esperanza. Veritas liberabit vos.