Vamos ganando. El año pasado no pudimos celebrar la Semana Santa con todas las de la ley. Un virus de lo más antipático se atravesó y sigue ahí, y mandó los feligreses a sus casas y a los sacerdotes a celebrar la semana mayor a puerta cerrada y bajo el ojo amenazante de los lentes de las cámaras. Algo se pudo hacer, pero muy lejos de lo deseado y practicado por siglos inmemoriales. Este año las cosas van mejorando un poco y ya podremos reunirnos en los templos, en orden y sin tumulto, para realizar algunos de los ritos principales de nuestra fe. La clave está en que sigamos con un poco de paciencia este lento liberarnos de la pandemia, sin cometer imprudencias, pero asomando otra vez la cabeza y el alma para llenarnos de gracia y bendición.
Pero como todavía muchas personas no salen ni a la esquina, hay que invitarlas a celebrar a su manera, en sus casas, las fiestas de la Pascua. A su manera quiere decir o sugerir que, quienes no estén todavía en disposición de ir a los templos, separen momentos en su vida familiar para celebrar domésticamente el acontecimiento más importante de la fe cristiana, cual es la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Cada día de la semana santa tiene un significado preciso: el domingo de ramos la entrada de Jesús en Jerusalén, el jueves santo la institución de la eucaristía y el sacerdocio en la última cena, el viernes la pasión y muerte de Jesús, el sábado y el domingo la resurrección de Él.
Hay varias posibilidades de celebrar a domicilio. Por ejemplo, seguir las celebraciones del arzobispo de Bogotá por el canal RCN o las del Papa, otros obispos y párrocos por canales digitales. En general la televisión es generosa en transmisiones religiosas en semana santa. Pero podría ser que las familias se dotan de pequeños libros donde están las ceremonias de semana santa y allí juntos realizan oración, leen la Palabra de Dios propuesta para cada día, la comentan entre todos y sacan enseñanzas de esa misma Palabra. Cada día pueden entronizar un signo que les haga presente el sentido del día santo: un ramo para el primer domingo, el pan y las uvas para el jueves santo, la cruz para el viernes, el agua y el cirio para la noche de la vigilia pascual el sábado y también el domingo de resurrección. Así se puede crear un ambiente espiritual que haga de cada casa de creyentes una especie de casa de ejercicio espiritual.
No hay que asustarse, entonces, por las limitaciones que la pandemia nos impone. Más bien, y sería cosa felicísima que, quienes siguen encerrados, se hagan más activos en forma personal, a su manera, de su fe en Cristo y de la fe de su familia. Con el perdón de algunos y algunas, no para todo lo religioso se requiere la presencia del sacerdote. De hecho, el sacerdocio lo deben ejercer en las familias los papás, en toda su extensión. Me encantaría llamar a una familia el jueves santo a las 5 de la tarde y que una voz queda me responda: “llame más tarde porque estamos en nuestra última cena”. Dios quiera.