Cuando en noviembre del año pasado salieron las cifras de desempleo había que sorprenderse con varios de los datos. Por ejemplo, que las mujeres casi dobláramos a los hombres en términos de desocupación no solo habría dominado la conversación nacional en cualquier lugar del mundo, sino que además tendría al Gobierno volcado a buscar soluciones.
Infortunadamente no fue así y no sólo no hay solución, sino que las hipótesis sobre esta realidad son bastante pobres. Sin duda es un fenómeno “multicausal”, pero todo indica que las mujeres no se están formando en las áreas que está demandando el mercado actualmente.
En las escuelas de programación, los gerentes reportan tremendas dificultades para completar un 30% de mujeres. Lo mismo sucede en las facultades de ingeniería de sistemas o ingeniería electrónica. Si bien hay algunos esfuerzos en esta dirección, dada la diferencia en empleo esto debería ser una prioridad mayor para el Gobierno.
De hecho, según el Observatorio Laboral del Ministerio de Trabajo, de 10 graduados hombres en educación superior, 3,5 son de programas afines a la ingeniería y la arquitectura. En el caso de las mujeres la proporción es de solo 1,5. Una realidad que nos debe cuestionar como país, pues la tecnología no solo ofrece cada vez más empleos, sino que estos además son de calidad y bien remunerados.
No menos preocupante es el creciente desempleo juvenil. Insisto, no se debe a un único factor, pero sin duda está relacionado con que los jóvenes se están graduando con unas habilidades diferentes a las que necesita el mercado de hoy que está marcado por veloces cambios. Ya se ha ahondado en las causas del desempleo juvenil, lo que hay que lograr es que esta vez sí funcione la política pública de incentivos al primer empleo.
Finalmente, la paradoja más grande de todas: el desempleo está aumentando pese a que hay menos gente buscando trabajo, lo cual quiere decir que la economía está destruyendo plazas de trabajo. Usualmente, este es un síntoma de una recesión en ciernes, sin embargo, el PIB de Colombia sigue creciendo por encima del promedio de la región. Es decir: los puestos de trabajo que se están destruyendo no están afectando nuestro crecimiento económico.
No puedo aventurarme a dar una respuesta concreta, pero puedo sugerir algunos indicios desde mi experiencia como promotora del emprendimiento y la innovación. En primer lugar, las empresas pueden estar automatizando algunas de sus labores, prescindiendo de los humanos que antes las hacían, de forma similar al impacto de la máquina de vapor en el siglo XIX que desempleó amplios sectores de la población durante la primera revolución industrial. Adicionalmente, el crecimiento está siendo jalonado por el sector financiero y público, que no suelen ser intensivos en su uso de mano de obra, mientras que la construcción, uno de los principales empleadores, se está contrayendo.
Todo lo expuesto hasta ahora: la falta de educación en carreras de alto contenido tecnológico, la baja pertinencia de la educación superior y la posibilidad de que la automatización esté destruyendo plazas de trabajo, nos conducen a una pregunta inevitable: ¿Estamos preparados para un futuro en el que la tecnología reemplazará cada vez más y más los trabajos mecánicos? La economía, los procesos productivos y el mercado laboral están cambiando, ojalá el futuro no nos encuentre aún en el pasado.