Orden público y fuerza pública | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Noviembre de 2022

Permítanme referirme a este par de nociones hermanadas por infinidad de razones y que no hemos logrado unificar como engranaje para la seguridad en todas sus acepciones.

La primera noción, el orden público, es muy sensible y se turba con facilidad cuando de protestas sociales se trata. Las alteraciones del orden en las diferentes ciudades del país, especialmente en Bogotá con mayor énfasis hoy por hoy, en el Portal de las Américas, muestran atentados contra el orden público que, al analizar minuciosamente,  identificamos como un claro mensaje de reto permanente para la fuerza pública, que en defensa del orden, la sociedad y los bienes tanto particulares como públicos, hace presencia en estos lugares, atendiendo -léase bien- el clamor ciudadano y las órdenes venidas de   administraciones municipales, para soslayar el caos, desorden y amenaza que los habitantes de sectores neurálgicos. En el caso de la capital, el mencionado portal, comerciantes, transeúntes y familias enteras, deben soportar los desmanes, convirtiéndose en víctimas casuales de tamaña agresión en todo sentido, sin tener alternativa diferente que soportar estoicamente esta situación de orfandad, confusión y humillación, generada por los grupos violentos con tendencias delictivas, que amparados en el anonimato agreden y atentan contra la vida y bienes de sus conciudadanos.

Es saludable que los burgomaestres en cada municipio se pronuncien sobre aquellos desmanes y presencia de grupos organizados que, con fines preconcebidos, atentan contra el orden.

Estas protestas convocadas con espíritu impulsivo, generalmente terminan en enfrentamientos con la fuerza pública, -segunda noción de nuestro encabezamiento- porque su fin último es, precisamente, buscar le presencia del escuadrón antidisturbios para potenciar su descontento y escalar el problema, alegando intimidación de parte oficial, esperando en su interior un error de procedimiento para lograr argumentos contra la institución a la que sin explicaciones califican de enemiga.

Así, dejan como resultado un buen número de agentes del orden lesionados, especialmente patrulleros, sin que nadie se haga responsable de este actuar violento y criminal.

Quiero recordar a mis ambles lectores que a la policía no le corresponde remover los motivos o causas de las alteraciones, debiendo cumplir con lujo de competencia las órdenes y mandatos de las administraciones. Y, en los últimos tiempos, haciendo gala de madurez, profesionalismo y templanza, se obligan a soportar la agresión y los ataques, pues según los actuales lineamientos se deben erigir en unidad de contención.

Como lo vemos es urgente entender que el orden público y la fuerza pública son inseparables, ante la ausencia de uno, el otro debe actuar y las administraciones corren con la responsabilidad de apoyar y respaldar la operatividad de las instituciones, exigiendo el resto y acatamiento propio del orden y las buenas costumbres. Alcalde que no respalde su policía deteriora el orden ciudadano.