Llegar a un nuevo convenio con las Farc, el que empezaría a discutirse esta semana, no va a ser tan rápido como presionan el Gobierno y la extrema izquierda, todo con el fin de que los que negaron los acuerdos previos acepten solo unos retoques. Hay discrepancias fundamentales, pero las principales son el que los culpables de crímenes contra la humanidad, los cabecillas de las Farc, paguen penas efectivas de privación de la libertad, tal como lo exige hoy el derecho internacional humanitario; otra es el llamado Tribunal Especial para la Paz y luego que la Constitución sea reformada por acuerdo entre 5700 subversivos y unos funcionarios. Estas son verdaderas “líneas rojas” para quienes se oponen a que el Gobierno y la guerrilla reorganicen a Colombia.
Ante la posibilidad de una restricción efectiva de libertad, las Farc se encrespan y ni siquiera aceptan una granja agrícola. Dice Pastor Alape: “Ningún proceso de paz en el mundo ha terminado con alguno de los actores en la cárcel. Entonces no se trataría de un proceso de paz. Nos hubiéramos ahorrado estos seis años… Nosotros consideramos que la Jurisdicción para la Paz garantiza una justicia restaurativa y reparadora… El Tribunal va a definir cómo son las sanciones reparadoras. Ni el Gobierno ni las Farc definimos eso (!)”. Factor adicional de demora son las declaraciones de ciertos funcionarios, por ejemplo, el Ministro del Interior Cristo dijo la semana pasada que el acuerdo del 26 de septiembre con las Farc “había sido el mejor acuerdo posible, es un acuerdo político para dejar 52 años de conflicto”, ¿con que autoridad moral va el gobierno a negociar algo contrario?
Para el 10 de diciembre, día en que se entregarán los premios Nobel, el Presidente tendrá que contentarse con la explicación del comité del premio de que se le otorgó por sus esfuerzos, no habrá humo blanco por más manifestaciones que organice el Gobierno. Sin embargo, aún está en tiempo para pasar a la historia como el jefe de Estado que logró la paz para el país y todos los colombianos lo aplaudiríamos. Para ello tiene que tomar en serio las peticiones de los colombianos que negaron los acuerdos de La Habana tal como los aprobaron en Cuba y ratificados el 26 de septiembre en Cartagena, respetando sus “líneas rojas.”
No vale entonces la pena traer indígenas del Putumayo y la Sierra Nevada (¿Quién los paga?) o poner fechas límites al cese al fuego que las mismas Farc rechazan. Y luego la difícil negociación con el ELN. En cuanto a Timochenko, éste no debe desanimarse, allí queda el Premio de la Paz Hugo Chávez que Maduro, su anfitrión, creó hace unos días, muy probablemente pensando en él.