Con razón de los actuales Juegos Olímpicos, el locutor más recordado de los años 50s y 60s en los Estados Unidos, había participado con tan solo 19 años en los Juegos Olímpicos de Verano de 1936 o Juegos Olímpicos de Verano de 1936, que se llevaron a cabo en Berlín, ya en una Alemania nazi, dirigida por Hitler.
Hitler había mandado a construir al reconocido arquitecto, Werner March, “El Olympiastadion” para sorprender al mundo con las olimpiadas que seguían a las que habían tenido lugar en Los Ángeles en 1932. Asimismo, en 1938, Leni Riefenstahl dirigió la película documental “Olympia” que además fue el primer largometraje filmado en unos Juegos Olímpicos.
Sin lugar a duda, para Hitler y la Alemania nazi, los Juegos Olímpicos eran una forma para ejercer poder duro y crear una imagen positiva, vigorosa, juvenil y resiliente de una Alemania que apenas salía de la crisis económica en la que había quedado luego de la primer Gran Guerra.
Dentro de este contexto, Marty Glickman, hijo de judíos rumanos que habían emigrado a Nueva York y se habían instalado en el Bronx, como tantas otras familias judías lo hicieron, fue elegido para representar a los Estados Unidos en las justas de Berlín. Junto con Glickman, viajó otro judío, Sam Stoller, rival del gran ganador de los Juegos del 36: el legendario Jesse Owens. El mismo que humilló a Hitler como quizás pocos lo hicieron. Fue quizás el atleta más grande y famoso en la historia del atletismo, y dejó al descubierto la farsa del mito de la supremacía aria de Hitler. Owens se llevó cuatro medallas de oro de las olimpiadas nazis.
Sin embargo, no solo un hombre “negro” como Owens hubiera podido aplastar a los atletas alemanes, pues dos chicos judíos también lo hubieran hecho, de no ser por la exclusión que vivieron. El entrenador Lawson Robertson informó tanto a Marty Glickman como a Sam Stoller que no participarían de la competencia de relevos 4 x 100 pues había recibido esa orden desde arriba. Fue el presidente del Comité Olímpico de EE. UU., Avery Brundage, quien dio esa orden. Quería evitar avergonzar a Adolf Hitler, pues era uno de sus partidarios americanos.
Jesse Owens intercedió por Glickman y Stoller y le dijo a Robertson: "Entrenador, he ganado mis 3 medallas de oro. Estoy cansado. Lo he tenido. Dejemos que Marty y Sam corran, se lo merecen. Pero, el entrenador asistente Dean Cromwell le dijo: “Harás lo que te digan”, ya que quería complacer a su jefe Brundage.
Marty Glickman, a pesar de, no haber podido participar en el torneo de su vida, fue oficial en la “4ª Marine Air Wing” desde 1943 hasta 1945. Luego se dedicó a ser comentarista deportivo y fue uno de los pioneros de esta profesión. Como locutor y comentarista de noticieros deportivos se convirtió en la estrella que no pudo ser en el 36. Aunque nunca dejó de ser velocista, pues en 1963, con 46 años compitió y superó a todos los corredores de los “New York Giants”.
Glickman regresó a Berlín en 1985 para recibir una placa conmemorativa en lugar de las medallas de oro que no pudo ganar a causa del antisemitismo de Brundage y Cromwell.
@rosenthaaldavid