Esta semana, mi profesor Antonio Cacua Prada llega a los noventa años de una productiva vida, que lo ha llevado, durante la obligatoria reclusión de la pandemia, a producir tres libros nuevos acerca del Beato José Gregorio Hernández, de San Antonio de Padua y de Santa Rica de Casia.
Realizó sus estudios primarios en el Instituto de los Padres Eudistas en San José de Miranda. Fue alumno del Colegio Externado Nacional Camilo Torres de Bogotá, donde uno de sus compañeros fue el gran tenor colombiano Víctor Hugo Ayala.
Estudió latín y griego en los claustros del Seminario Menor de la Nueva Pamplona, regentado por monseñor Rafael Afanador y Cadena y, finalmente, se graduó en Ciencias Económicas y Jurídicas por la Pontificia Universidad Javeriana, donde posteriormente se especializó en Derecho Laboral, Ciencias de la Comunicación y Derecho Internacional para poder realizar diversas investigaciones históricas, que le han llevado a recorrer, en los últimos años diversas regiones de Colombia, como cuando estuvo por varios meses en la Costa Atlántica escribiendo la obra sobre el magistrado Padilla.
Cacua Prada ha estudiado la vida de Bolívar y su descendencia oculta, esos siete hijos del Libertador, que rompen el mito de quienes se dicen hoy en día ser los únicos descendientes del caraqueño, cuando en realidad lo son por línea agnada colateral.
Cercano al laureanismo conservador, el maestro Cacua Prada fue representante a la Cámara en tres períodos, senador de la República, embajador de Colombia en Guatemala y, representante de Colombia en diversas delegaciones internacionales.
Hoy en día, Cacua es el decano, es decir, el más antiguo de los integrantes de muchas de las academias del país, integrando además un número extraordinario de corporaciones que lo acogen como uno de los más destacados pensadores colombianos.
Sus cercanos, gozamos de su amistad y del chocolate con tamal santandereano de su casa, pues sigue siendo Cacua Prada un amante de su patria chica a carta cabal, al cual a veces se le escapa el “hijuelita” que hace parte de las expresiones típicas de ese gloriosos Departamento, que por muchos años se ha identificado como liberal, pero que dio para Colombia unos godos fabulosos como mi maestro.
Infatigable promotor de la enseñanza de la historia de Colombia, lo conocí hace 35 años cuando él era rector del Instituto Universitario de Historia de Colombia de la Academia Colombiana de Historia. De ahí que su artículo La ignorancia de la historia patria es la causa de los males que afligen a Colombia cobre cada día más vigencia.
La bibliografía de su autoría, incluye, entre otros El Bicentenario de la Independencia Nacional y la enseñanza de la Historia Nacional; Lecciones equivocadas de Historia de Colombia; 'Fidel Castro en el bogotazo'; Nariño, el adelantado de la libertad; etc., que luego, muchos de ellos, se configuraron también en libros extensos y ricos en información como su Historia de la educación en Colombia.
Por solicitud suya proseguiré su obra sobre Pedro Fermín de Vargas. Maestro, que podamos celebrar su centenario.