La hispanidad | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Noviembre de 2016

Se acerca ya a los 500 años la llegada de Cristóbal Colón a América. Aquel genovés que desde temprana edad comenzara a surcar los mares con proyectos in­creíbles. Dichos proyectos no fueron aceptados por al­gunos reyes, entre ellos Juan II. No fueron aceptados por las autoridades inglesas y aun por los reyes espa­ñoles. Sólo la Reina Isabel la Católica los acogió de­cididamente.

Colón dio a España un mundo lleno de sorpresas, un mundo grávido de abundancias y un mundo forma­do por razas indómitas y heroicas. Es decir, tribus aborígenes con especial afán colectivo de trabajo, con organizaciones sociales y políticas estructuradas de acuerdo a sus necesidades y realidades geográficas. Aquella raza indómita recibió del español conquista­dor el idioma, la religión, el arte, el espíritu aventu­rero y romántico, cuyo esplendor se resume con Gon­zalo Pizarro y Francisco de Orellana, este último descubridor de nuestro río quiteño, el Amazonas, con gen­te quiteña.

De esta manera se fusionan dos razas: la una in­dómita qué luego fue sojuzgada y la otra altiva y am­biciosa, cuya resultante racial fue la del mestizo. Por esta razón se celebra el Día de la Raza, gracias a la iniciativa del' concejal Hilario Crespo Gallegos del Ayuntamiento de Madrid y gracias al apoyo oficial de Alfonso XII y del Ministro’ Maura.

Este gran acontecimiento del descubrimiento de América realizado oficialmente por Cristóbal Colón, el 12 de octubre de 1492, significa reconocer la existen­cia de una civilización indígena, que pese al sojuzga- miento español, ayudó a marcar el progreso. De ahí, antes que hablar de raza, dice J. Cornejo: “debemos hablar de fusión, de síntesis que absorba todo lo bueno de cada raza o, mejor, de cada cultura. ¿No fue eso lo que anhelaron y profetizaron los hombres dé la gene­ración de José Vasconcelos? En homenaje a Cristóbal Colón, no superado todavía, debemos hablar siempre de fusión, que es integración, hermandad y solidaridad humana. Fusión con sello americano, sello colombino”.

En realidad, las instituciones civiles, culturales, el espíritu cristiano, el sentimiento artístico, el ansia de mando y poderío, tomaron posesión de América. En medio del enriquecimiento español se comenzó a es­clavizar indígenas, a corromper conciencias y a des­plazar esta civilización. Más tarde la codicia y las leyes omnímodas de los conquistadores dieron lugar a! afán de independencia cuyos ecos estentóreos encontramos en los precursores extraordinarios como Espejo.

Si llegó a América la lengua de Cervantes y el ímpetu quijotesco de la redención, los hombres de es­tas regiones arremeten su vigor y su inteligencia con  el fin de superarse en estos tiempos de postraciones económicas y contradicciones políticas, Afirmar la unión entre los pueblos y afirmar la confraternidad de espíritus, es el ideal nuestro.

Comprendamos que América forja una civilización y una cultura firmes porque sus horizontes promiso­rios tienen reservas incalculables. Si América es un continente de pasión, de turbulencia, de belicosidad se debe, en gran parte, al espíritu del conquistador y a la falta de unión entre los pueblos. Sin embargo, es impostergable formar una verdadera conciencia ameri­cana para que los proyectos sociales y económicos se hagan realidad.

Nuestra joven América tiene futuro: su clima sa­ludable, subsuelo, tierras fértiles, confirman su rique­za; pero que ésta no sirva para corromper gobiernos y para patrocinar el armamentismo, que sirva para re­dimirnos con leyes justas, estimulando v apoyando a la educación, formando investigadores y que abra hori­zontes de dignidad y moral. Demos a América Latina la semilla de la acción canalizada y el pensamiento jus­to, entonces habrá de cosechar la prosperidad.