La corrupción en grafitis | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Marzo de 2017

Algunas circunstancias específicas para que el “grafiti”-–dicho breve con contenido picante y venenoso- tenga un enorme significado. Aparece como un parche ostentoso en sitios públicos o muy

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concurridos. “La muralla es el papel del canalla. El grafiti  obra como una advertencia dura, que busca sacudir la adormecida conciencia de la ciudadanía”. Su brevedad discursiva permite la grabación en la mente del transeúnte y fácilmente se convierte en un aperitivo pero de larga digestión durante los días venideros.

El nuevo Código de Convivencia Ciudadana se opone a  estos escritos. Y  cuando se expresa: "Se prohíben los afiches bochornosos”, se contesta: “Prohibido prohibir".

“Que encarcelen a los hijos corruptos; los padres ya están presos”. ¿Si encarcelen a todos los corruptos, quienes nos van a gobernar?...  Antes los corruptos nos contentábamos con un porcentaje, hoy lo exigimos todo. Contra la corrupción se hará una investigación “exhaustiva”, prometemos respetar lo despojado y daremos la casa por cárcel. ¡Viva la corrupción, abajo la honradez, la transparencia, el esfuerzo, el espíritu ahorrativo! ¡Viva el despilfarro, para eso tenemos las arcas del erario público. Si se agotan impondremos nuevos impuestos! “Robar al Estado no es delito. Robe al Estado, no me robe a mí”  Los primeros mil millones de pesos se hacen de cualquier manera, que le honradez viene después poco a poco. Cuanto más se roba, más poder, ¿Para qué otra cosa? Antes solo robaban los funcionarios del Estado, hoy roban todos. Interbolsa, el cartel de los pañales, el cartel del azúcar, el del Papel Higiénico, las pirámides, las libranzas y mil etcéteras más.

Que paren la corrupción, me quiero bajar. “Como me fue tan mal cuando fui honrado, ahora soy corrupto”. “i la corrupción existe, ese es nuestro problema”. “Todos llevamos por dentro un ladrón,  matémoslo”.

Seamos realistas, pidamos lo imposible: “Que se acabe la corrupción".

Dentro de un gran  moralista político, se esconde un cínico o un farsante. Y si todos, roban, ¿Por qué no lo hago yo también?. ¿La mayoría siempre tiene la razón?.

El dinero mal habido llena los baúles de doblones, el cuerpo de úlceras y  la conciencia de remordimientos.

“Señor, señor”, exclamaba el gran Juan Montalvo, egregio ecuatoriano. “Dadme, pero no me deis demasiado, no sea que la abundancia me corrompa y me haga renegar de vos!”, decía.

El dinero lo puede todo, ¡pero entre rufianes!

Con el billete, el nuevo rico compra, vende el poder, las mujeres, santifica el crimen. El nuevo rico hace y  deshace ídolos, funcionarios, famas, prestigios. El dinero no da la felicidad, pero contribuye a ella. El dinero lícitamente adquirido es fuente de sana satisfacción. Y de lo que más ambicionamos, la independencia.

Para el nuevo rico, el dinero lo puede todo, lo permite todo, lo da todo. El dinero es una realidad ambigua de doble cara. El dinero desde luego,  es una modalidad, un instrumento de cambio, una necesidad. Todo depende de la manera como se consigue y el manejo que se le dé. La conciencia es el mejor juez de cada ser humano.

El dinero puede ser la llave mágica que abre mil puertas. Excita el deseo,  multiplica los apetitos, infla el orgullo, ensancha la soberbia, debilita la voluntad, elimina los escrúpulos y desnuda los instintos de agresividad.