Infancia fracasada | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Noviembre de 2016

“Alto número de niños que bien  con padres inmorales, drogadictos o alcohólicos”

 

Entre los niños delincuentes son muy numerosos los que provienen de fami­lias defectuosas: los huérfanos de padre o madre, los abandonados por el padre o por la madre, los de padres divorciados o separados, los de padres que, a causa de su trabajo, pasan la jornada alejados de sus hijos, los hijos de mujeres viudas o abandonadas por marido que hacen vida marital con sus amantes. Los huérfanos no son, siempre los que más delinquen.

Abundan más los casos de niños cuyos padres abandonan el hogar dejando en la miseria o en apurada situación económica a la mujer y a los hijos,' y al alejarse de la familia, sin cuidarse de su suerte, gastan sus jornales o ingresos en una desarregla­da vida de placeres y sobre todo de excesos sexuales y alcohólicos. La frecuencia de este hecho, originó la creación del "delito de abandono de hogar".

Las madres abandonadas, para que sus hijos vivan, deben trabajar todo el día fuera de sus casas, en fábricas o en faenas domésticas en condición de sirvientas, dejándolos forzosamente en completa libertad durante largas horas, a merced de las múltiples y peligrosas tentaciones y de los ejemplos de vicio e inmoralidad que son frecuentes en calles habitadas por las gentes pobres.

Entre estos niños en situación de abandono, la fuga del padre constituye el factor de mayor perturbación. En tales casos, muchas veces, las madres luchan honrada y heroicamente por mantener a sus hijos, pero otras, agobiadas por la miseria, o llevadas de tendencias inmorales, se de­dican a la prostitución o toman amantes, con quienes hacen vida marital con grave peligro para sus hijos y sobre todo para las niñas. Algunas madres, envejecidas por las privaciones y por las enfermedades, sin atractivo sexual, han consentido el con­cubinato de sus hijas apenas púberes con sus propios amantes, para no perderlos.

Inmoralidad familiar. Entre los factores sociales de la delincuencia juvenil debe destacarse también por su fuerte influjo criminógeno la inmoralidad del hogar. Es muy considerable el número de niños que convive con padres inmorales, alcoholizados, vagos, mendigos, criminales; con madres dedicadas a la prostitución, con padres o con familiares caí­dos en la degeneración moral más profunda.

Y qué decir de los menores que viven en ambientes domésticos infernales: pa­dres siempre ebrios, criminales, vagos o con madres depravadas; hogares en continua discordia; presenciando a diario todo género de riñas y violencias, oyendo de conti­nuo expresiones de brutal obscenidad, siendo víctimas de malos tratos y crueldades inhumanas, casos de niñas víctimas de atentados sexuales realizados por sus propios padres o familiares, de muchachos y muchachas objeto de inducciones a la prostitu­ción y a la delincuencia.

A veces los mismos padres son los maestros y educadores de sus hijos en la profesión criminal o inmoral. "Hay padres, escribe Duprat, que obligan a sus hijos desde sus primeros años a ejercer la mendicidad, y más tarde el merodeo y el robo con fractura; algunos hasta impulsan a sus hijos a la prostitución complicada con el robo, y a los niños al fraude, a la estafa y a todo género de delitos. Hay niños que son amaestrados para sustraer relojes y joyas a los ciudadanos en las calles".