Historia politizada | El Nuevo Siglo
Sábado, 23 de Julio de 2016

La historia es arte y ciencia. Y es parte porque es expresión escrita con belleza y porque tiene que admitir a la intuición, esto es, a la fantasía. Claro está, que no es una imaginación divagadora y meramente inventora, como los antiguos forjadores de leyendas antes dela  historia. Tampoco pertenece, hoy, a esa imaginación  -normativa mezcla de poeta y de moralista- que es típica en Plutarco, Henao y Arrubla. La imaginación en la historia moderna sirve como brújula a los navegantes: para orientar y polarizar todos sus conocimientos y todas sus intuiciones. Aparte de esto requiere elegancia en el decir para interesar a las gentes. De tal modo, la narración interna y la externa andan de bracero en tal estilo literario.

¿Hasta qué punto es un arte la historia? ¿Hasta qué punto, por consiguiente, cabe en la literatura? Por ser una forma de decir, por ser una derivación de la “expresión escrita”, desde luego ella cae dentro de la órbita literaria, pero, ¿Entonces todo lo escrito es literatura? Evidentemente, no, excepto en el sentido o aceptación gringa de “bibliografía”, Más, ¿Es que la historia se propone solamente ser ciencia? ¿Puede ser ciencia pura y escuetamente?

La historia nunca podrá ser como una ciencia exacta porque carece de los requisitos fundamentales de toda ciencia. El hecho científico se caracteriza porque es susceptible de ser repetido hasta lo infinito en busca de la comprobación. Un sabio que se equivoca en una ecuación matemática, en un experimento químico, en una disección, etc, puede repetir al cálculo, el experimento, hacer otra disección idéntica, hasta que encuentre lo que busca. En cambio, la historia no puede ser vuelta a pasar como a una película de cine. Sólo en la novela cabe dar marcha atrás a la historia. La vida de un hombre (biografía) o la de un pueblo (historia) se realiza y no se repite jamás. Por consiguiente, el historiador, por más que use todos los aparatos auxiliares de la ciencia, tendrá que ser siempre cómo los sicólogos y los astrónomos: un hombre de ciencia que se basa en cálculos seguros, pero que se entrega más a la intuición. Y funcionando la intuición, nos hallamos en pleno dominio del arte.

La historia es busca de belleza y de verdad. La intuición y el buen gusto van por delante del ansia de verdad. Y es que, el historiador debe ser un artista, y no sólo un erudito, ¿Cuáles son las condiciones fundamentales de un historiador? Generalmente se consideran como tales: la veracidad, la información, la elevación y la visión del porvenir. Para ser historiador no basta saber mirar el pasado. Hay que saber, también, mirar el futuro.

La veracidad es una condición más objetiva y subjetiva, así como la imparcialidad es esencialmente subjetiva. Ser veraz significa decir la verdad. Dentro de los métodos históricos, la información no se parece ya a la antigua erudición. La heurística alemana era y sigue siendo efectivamente apegada al dato. En América también suele creerse que un historiador es, por excelencia, un hombre que conoce todas las fechas de memoria y que saca a relucir un documento a cada renglón. Nada tan molesto, pero útil como el erudito. La historia quiere imaginación y elevación, de modo que sobre las bases de la erudición hay que edificar la auténtica historia.