¿Hermanos latinoamericanos? | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Septiembre de 2018

Desde las comunicaciones institucionales de los distintos países, los funcionarios de cada administración hablan de la hermandad latinoamericana y se refieren a los otros como “países hermanos”. Así mismo, en las instituciones educativas se nos enseña sobre la historia común que nos une y sobre el sueño de la integración latinoamericana como utopía del subcontinente en el que vivimos más de seiscientos millones de personas.

Sin embargo, cada vez que ocurre alguna tragedia real o cada vez que los países deben pasar de la retórica a la práctica, la tal integración latinoamericana o la hermandad entre países se quedan en eso, en el mero discurso oficial o en la pura charlatanería de cafetería.

El doloroso éxodo de venezolanos a causa de la situación económica del otrora rico del vecindario es la más reciente tragedia humanitaria, pero no será la última. Colombia es probablemente el único país que ha aplicado un plan de contingencia para paliar en algo la situación de los exiliados económicos. Naturalmente el país no está preparado para recibir el millón de venezolanos que han llegado, pues las limitaciones presupuestales del Estado colombiano son una realidad desbordada por el inmenso número de venezolanos necesitados. Sin embargo, con todo y las limitaciones, el Estado colombiano ha tenido una respuesta institucional que muestra la voluntad política de ayudar.

No ocurre lo mismo con el resto de países latinoamericanos que mientras veían que la República de Colombia contenía la emigración venezolana, se deshacían en declaraciones oficiales solidarias, pero ni colaboraban con Colombia, ni hacían nada real por mejorar o por lo menos aliviar las penurias de los migrantes.

Y no fue sino que la migración desbordara la frágil contención colombiana para que los países vecinos sacaran lo peor de sus gobiernos y de sus poblaciones. Desde agresiones físicas y destrucción de las precarias propiedades de los migrantes venezolanos en Brasil hasta  leguleyadas de los gobiernos de Ecuador y Perú, como la de exigirles pasaporte para ingresar, que en la práctica conduce a negarles el ingreso o el tránsito por esos países porque es de público conocimiento la imposibilidad práctica de obtener ese documento en Venezuela.

 

Pero lo más preocupante no son las ofensivas medidas de los gobernantes, pues al fin y al cabo son ellos mismos los causantes de todos los exilios de cada país y su especialidad es estorbar, no solucionar, sino las agresiones y la falta de solidaridad que sufren los venezolanos en cada lugar. El chovinismo y la xenofobia no son patrimonio de los países europeos o de los Estados Unidos de América, sino que aquí en Latinoamérica donde supuestamente todos somos hermanos, siempre es que hay unos de mejor familia.

Los que se quejan de que los españoles nos llamen “sudacas” o de que el gobierno Trump encarcele niños por ser inmigrantes ilegales, son los mismos que aquí no dudan en culpar a los venezolanos de todo lo malo, de explotarlos laboral o sexualmente o de simplemente discriminarlos por pobres.

No es maldad latina, es simple humanidad. Entre un xenófobo parisino y uno chileno, hay diferencias de color de piel y de idioma, pero son la misma clase de (…) gente.

@Quinternatte