GustÁlvaro PetrUribe | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Julio de 2017

Dos trinos, emitidos con una semana de distancia, han puesto de presente que entre Gustavo Petro y Álvaro Uribe no hay diferencia. Son como gemelos separados al nacer. Cada uno ubicado en un extremo del espectro político, desde donde se hermanan en sus métodos de manipulación y en sus atentados contra la democracia.

“Caminando por la calle 90 en Bogotá un Sr, en un carro muy lujoso me grita “debería estar en la cárcel” y un obrero grita ´viva Bogotá Humana´” decía el trino que puso Petro. El de Uribe es del mismo corte: “Entro a un Carulla y otro compatriota me aborda y me dice que para poder trabajar tiene que pagar extorsión”. ¡Mentirosos los dos!

Ahí están pintados Petro y Uribe. No solo en su mitomanía. Sino en su mesianismo. Cada uno se cree El Salvador de su respectivo nicho. Petro de sus “obreros”, Uribe de sus “ganaderos”.

El lenguaje los hermana, aunque  aparentemente los distancia. “Un señor en un carro lujoso” es el símbolo de todo lo que Petro odia. El señorío, el carro y el lujo. Es de esos políticos de izquierda que cree que el problema del subdesarrollo son los ricos. Al fin y al cabo su gran ídolo es Chávez. Por eso el “bueno” de su microcuento tuitero es el obrero que se acoge al cobijo seguro de su “Bogotá Humana”, su versión criolla del socialismo del siglo XXI.

Uribe por su parte quiere hacernos creer que él y sus 300 escoltas caben en un supermercado, cuando todos sabemos que es más de frecuentar la Plaza Mayorista que Carulla. “Un compatriota” para Uribe no es aquel con el que comparte patria. Sino un hacendado rico, ganadero preferentemente. Ese que supuestamente se le acercó a denunciar que “para poder trabajar tiene que pagar extorsión” debe ser (en su imaginación) un ganadero extorsionado por algún grupo guerrillero. Es su forma de seguir propugnando por la guerra.

Es obvio que cuando Uribe habla de extorsión, no se refiere a la que hoy sufren muchos colombianos en las zonas rurales a manos de los herederos del paramilitarismo. Y tampoco a la que sufrió tanto campesino a manos de los paramilitares para despojarlos de sus tierras. Al revés, Uribe se opuso a la Ley de Víctimas y acepta gente con camisetas de “no a la restitución de tierras” en sus manifestaciones. Tampoco se debe referir a los miles de vendedores callejeros que en las calles bogotanas o medellinenses deben soportar que los extorsionen por trabajar en la calle. Ellos no compran en Carulla y por tanto para Uribe, son pobres, no “compatriotas”.

Y así va la política colombiana. Entre esos dos extremistas que desde su respectiva orilla quieren incendiar el país para refundarlo según su capricho. El uno quiere un país sin ricos. El otro lo quiere para sus socios. El Estado de Opinión con el que sueña, el de la derecha, no es nada diferente del Socialismo del Siglo XXI que desea el de la izquierda.

 

A los dos lo que realmente les estorba es la democracia. Y nosotros, los demócratas