Fuga de cerebros | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Abril de 2017

El desempleado representa la expresión trágica de la pobreza y de la miseria y sus consecuencias lesionan la dignidad humana; la inútil búsqueda diaria de trabajo cuestionan al hombre consigo mismo y con la sociedad y le destruyen la autoridad familiar, Quienes tienen ocupación se debaten en la incertidumbre, la inseguridad los hace insolidarios con su medio y con su clase; muchos otros estarían dispuestos a reempla­zarlos en su oficio por cualquier remuneración. El ideal del bienestar se hace inalcanzable, los ingresos nunca serán suficientes siquiera para atender las necesidades básicas de la salud y de la alimentación familiar; la más absoluta indigencia se disimula por el apoyo de parientes y amigos cuyas raíces familiares no ha podido destruir la existencia urbana. Es, por todo ello, que el objetivo final no debe consistir simplemente en proporcionar más empleos, sino en generar trabajo socialmente productivo que otorgue ingresos adecuados para un nivel digno de vida o al menos razonable, De ahi que el gran flagelo de los países en vías de desarrollo lo constituya, sin lugar a dudas, el desempleo.

A lo anterior se agrega otro drama -propio de los países tercermundistas como Colombia-. Me refiero al subdesarrollo. Y cuando se habla de subdesarrollo aludo a arcaicas estructuras sociales, bajas tasas de ahorro e inversión, estancamiento tecnológico y científico, bajos índices de industrialización, atraso en los servicios esenciales, explosivo crecimiento demográfico, altos niveles de subempleo y marginalidad social.

Lo expresado explica ampliamente la cantidad de colombianos ausentes de su patria. La mayoría, con inmenso esfuerzo se capacitaron, quitándole horas al sueño y al descanso y comida a la boca. Desesperados se ven forzados a la fuga. Más o menos cuatro millones de compa­triotas se han ido del país. Seguramente algunos salen para estudiar o por otros motivos. Juan Manuel López Caballero (Como sacar al País Adelante) afirma que este desplazamiento al extranjero representa una pérdida muy significativa de capital productivo, en la mejor etapa biológica de la masa migratoria. En verdad envían remesas por más de tres mil millones de dólares, pero es evidente que el daño para Colombia es grande. Esta gente se educó a un altísimo costo humano y financiero.

Se insiste también en la explotación de que son víctimas los que viajan a otras naciones en busca de dinero. La trata de blancas y el bene­ficio que buscan los que trafican con la capacidad laboral de los que se fugan, es incalificable. Con frecuencia los amenazan para que no se quejen, ni denuncien. Este silencio forzado no permite hacer estadísticas completas y veraces.

 César Caballero ex-Director del Dane y Carolina Torres co­mentan: “Muchos colombianos son desplazados de sus tierras por narcotraficantes y terroristas y paramilitares. Al abandonar sus propiedades para salvar sus vidas, emprenden la fuga al extranjero o se suman a los cordones de miseria de las capitales... En el negocio de la trata de blancas cada día aumenta la salida de mujeres jóvenes para ser explotadas sexualmente... Las engañan de mil maneras. Las encierran y escasamente le pagan para poder sobrevivir... Intimidadas jamás se atreven a denunciar, pues piensan que por venganza pueden hacer daño a la familia”.