Francisco, nuestro hermano (I) | El Nuevo Siglo
Viernes, 27 de Noviembre de 2020

Dedico, en este mes de diciembre, serie de 3 reflexiones sobre actual Pontífice. “Coterráneo”, “Vicario de Cristo”, nuevo “Francisco de Asís”, son  expresiones que nos acercan al rigente Papa, pero está otra realidad que nos lo hace más cercano aún,  y es que aparece él mismo como uno de “Hermanos Todos”.  Somos hermanos de verdad verdad, y esas múltiples  facetas que él fue señalando en su última gran encíclica, recibida con gran acogida. Así lo siente, así lo enseña, así lo ratifica con palabras del propio divino Salvador: “Ustedes todos son hermanos” (Mt. 23,8). 

Esa es nuestra realidad a la luz del Evangelio, y de tantas enseñanzas de nuestra fe cristiana, enfatizada por nuestro actual hermano mayor, Obispo de Roma, sucesor de  S. Pedro, que nos recuerda cómo se ha de vivir esa magnífica realidad, para disfrutarla y no desfigurarla. La encíclica comienza con ocho confortantes  numerales, que acercan a la “fraternidad abierta” vivida por Francisco de Asís. De allí pasa a un primer Capítulo que nos deprime un tanto, al referirse a una serie de “sombras de un mundo cerrado”, pero advirtiendo, luego en el numeral 54, que las ha mencionado para señalar que ellas no deben desconcertarnos, sino que, al  ser conscientes de ellas, abrimos paso a su superación, con invencible esperanza, pues Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. Toma pie de esas innegables sombras y dificultades, para invitar a no desfallecer sino a tener fraternidad,  y que se conviertan, así, en oportunidades de avance y superación, cuando se obra en unidad.

Entona, nuestro hermano Francisco, en el n.55, un himno de esperanza, que lleva a la plenitud en la caridad, que conduce al “querer tocar lo grande”, como “la verdad, la bondad, la justicia y el amor”. Así construiremos una magnífica fraternidad con una “esperanza, que es audaz, que sabe mirar más allá de la comodidad personal y pequeñas seguridades”.  Por ello: “¡Caminemos en la esperanza!”. Así da base a lo enseñado en el Cap. II, como es realizando la auténtica realidad de ser “todos hermanos”, sin excluir a nadie, iluminando todo por cuanto señalan los convincentes detalles de la parábola de él buen samaritano (Lc. 10, 25-37).

Qué preciosa y precisa presentación hace el Papa del mensaje de Jesús en ese pasaje evangélico, señalado como “ícono iluminador”, indicando que “ante tanto dolor, tanta herida” (en la humanidad), “la única salida es ser como el buen samaritano”. “Será una fraternidad de verdad vivida cuando se hace propia la unidad vivida”, y la fragilidad de los demás. (n.67).

Alude el Papa  a la conclusión de S. Pablo en su himno a la Caridad: “la caridad es la ley en su plenitud” (Rom. 13,10). Agrega: “no es opción posible vivir indiferente ante el dolor, es preciso bajarse de esa modalidad, y alterarnos ante ese indignamente comportamiento, eso es dignidad” (n.98). Como enseñanzas finales de los dos primeros Capítulos pasa a señalar algunos  aspectos  para  comenzar a vivir en una real fraternidad: la caridad no tiene fronteras (n. 80); es preciso hacer presencia ante quien lo necesita sea quien sea (n. 81);  hay premio eterno para quien viva el amor fraterno (n. 84); hay condena de la esclavitud y nacionalismos cerrados (n. 86). (Continuará)          

*Obispo Emérito de Garzón 

Email: monlibardoramirez@hotmail.com