Explosiones de paz | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Febrero de 2017

Las imágenes de la desmovilización de los combatientes de las Farc y de sus marchas hacia las zonas veredales de concentración que nos han acompañado toda esta semana, son sobrecogedoras, alentadoras, y esperanzadoras. El registro audiovisual que los medios de comunicación han hecho de las marchas dejan ver, oír y leer una realidad que muchos nunca habíamos visto. Los abuelos que vieron con lágrimas en los ojos la enorme fila de guerrilleros liberales encabezados por Guadalupe Salcedo cuando entregaron sus armas al General Duarte Blum, probablemente lo recuerdan. Pero la mayoría no habíamos sido testigos de un hecho tan fundamental y esperanzador para la construcción de país.

Una imagen simboliza todo el proceso y reivindica el carácter civilista y respetuoso de la Constitución del Ejército Nacional. Se ve una larga columna de guerrilleros avanzando mientras a la orilla del camino un efectivo del Ejército cumple con su deber de garantizar el tránsito seguro de sus antiguos enemigos. Todos los guerrilleros que pasan por su lado le extienden la mano y el oficial la acepta. Ha terminado la guerra.

Pero si hay algo que simboliza el fin de la guerra, más que la reducción de heridos en combate en el Hospital Militar Central de Bogotá, más que las marchas hacía las zonas de concentración, más que la presencia, un día sí y otro también, de jefes guerrilleros en los programas matutinos de la radio, es la verdadera explosión demográfica que la paz ha traído a las filas de las Farc.

Es como si el lema de los hippies de los años sesenta de “haga el amor y no la guerra”, hubiera estallado de pronto en medio de los campamentos guerrilleros y se hubieran dedicado a todas las conjugaciones posibles de ese verbo sinónimo de disparar.

Mujeres que probablemente habían aplazado su maternidad por los avatares de la guerra, andan por ahí exhibiendo orgullosas sus barrigonas, incluso a edades en las que los gineco-obstetras desaconsejan dedicarse a esa actividad (la maternidad, no el sexo), o caminan muy orondas de camuflado, fusil, morral y bebé en los brazos, como símbolo de su esperanza.

Esa es otra virtud de la paz. La del reconocimiento del enemigo como un ser humano, tan igual a uno en sus miedos, en sus esperanzas y en sus sufrimientos y alegrías. La ternura de la maternidad o de la paternidad, reflejada en un enorme guerrillero fotografiado de espaldas, que no encontró mejor adorno para su morral que un perrito de peluche, es otra ganancia de la paz.

Ahora tendrán otros problemas. Los acaban de afiliar al régimen subsidiado de salud. Y van a ver que una cita en urgencias de una EPS es más aterradora que un combate con la Fudra. O que esas mujeres que hoy les sonríen con su bebé en brazos, son las mismas que los van a acusar en el ICBF por alimentos. Y van a ver que la inasistencia alimentaria, no es amnistiable y que frente a los deberes con los hijos no hay rebelión que valga.

Bienvenidos a la normalidad.  

@Quinternatte