Este lugar | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Marzo de 2018

“Los para qués nos hacen tomar conciencia”

De momento solo podemos ocupar un lugar físico a la vez o al menos tener consciencia de ello.  El aquí en el que estamos se contrapone con el allá, un lugar diferente.  Aunque desde la mecánica cuántica podemos ya reconocer que una partícula puede estar simultáneamente en dos o más lugares, lo cual hace gala del amplio espectro de las paradojas del pensamiento complejo, eso que ocurre con los neutrinos en los niveles subatómicos aún no lo podemos aplicar a los seres humanos… no está tan lejano el día.  Mientras tanto, sigamos en la física clásica y en la lógica dual: si estamos en este lugar no podemos estar en aquel otro.  Si manejar un solo aquí resulta muchas veces complicado, ¡imagínese dos!

Darnos cuenta del sitio que ocupamos en determinado momento tampoco es tan sencillo, pues salvo que estemos ya muy despiertos o en un camino consciente de ampliación de consciencia –y aquí la redundancia es muy importante– corremos el riesgo de andar como autómatas.  Solemos ir en automático al trabajo, estudiamos automáticamente, tenemos relaciones movidas por la inercia.  Cuando entramos en las rutinas la vida toma unos órdenes predecibles, monótonos y, si nos descuidamos, inmodificables.  La vida se pasa, no la vivimos sino que solamente ocurre a través de nosotros en el marasmo de la supervivencia, en el que estamos sin ser.

Cada lugar que ocupamos en cada momento es fundamental para nuestro desarrollo.  Ninguno es gratuito y por más que a veces tengamos la sensación de estar en el sitio incorrecto, ese espacio hace parte de nuestra historia y encierra un sentido.  Cuando estamos atascados en la monotonía es importante preguntarnos no solo por qué estamos allí, sino para qué. ¿Para qué sigo en un trabajo que no me gusta? ¿Para qué prolongo una relación que me desgasta? ¿Para qué continúo estudiando lo que no amo?  Los porqués, de alguna manera, son más fáciles de responder: porque no tengo otra opción, porque así es la vida, porque ya me acostumbré.  Los para qués nos mueven a la reflexión, nos ponen a utilizar más de una neurona.  Ahí radica la clave, pues reflexionar es la puerta de acceso al darnos cuenta, a la consciencia. Así estemos en un territorio que aparentemente no es el nuestro podemos desde él re-pensar la vida.  Para eso lo ocupamos.

Cuando estamos en un lugar desde una decisión consciente, bien sea ratificada cada día o modificada porque hemos decidido salir de la zona de confort, ocupamos el mejor espacio posible para evolucionar en nuestra consciencia.  Cuando asumimos con valentía salir de los automatismos podemos reenfocar la existencia y transformarnos.  Todo camino implica retos y plantea sus propios límites.  Lo importante de identificar la ruta que corresponde es que también asumimos los retos que corresponden, no otros, porque de lo contrario perdemos tiempo, el recurso más valioso que tenemos los seres humanos.  Estar conscientes de este aquí, reflexionar sobre él, nos permite seguir creciendo, en conexión y gozo.  Demos gracias por este lugar.