¿Esclava de su silencio? | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Enero de 2018

Tema difícil pero imperativo. En medio del auge mundial del “Yo también”  y de una de las campañas políticas más polarizadas de los últimos tiempos, una periodista decide banalizar su propia tragedia a través de una denuncia a medias y un juego de adivinanzas que ha metido al país en un carrusel de chismes y especulaciones, que en nada ayuda al debate de las ideas, sustituido una vez más por lo que Vargas Llosa llamó “la civilización del espectáculo”. Claudia Morales le lanzó una bomba de profundidad a la campaña electoral. 

Reza el refrán que “El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”, pero la periodista, por decisión propia y con clara conciencia del impacto mediático y político de su conmovedora denuncia, terminó siendo esclava de su silencio. 

¿Por qué? Porque fue apenas “medio silencio” y, además, inoportuno. Es delito grave la violación a cualquier persona, pero Claudia Morales no es una persona del común, como pretendió mostrarse en una difundida entrevista. Es una figura pública, y si fue violada por un personaje con esas condiciones de preeminencia y poder que describe en sus adivinanzas, pues estamos ante un delito aún más grave, que no admite medias tintas. Por solidaridad con el movimiento mundial, podría haber denunciado que fue violada, y punto.

Claudia Morales es una periodista curtida, y cuando repasó la lista de sus jefes durante los últimos años, debió analizar las consecuencias de su silencio a medias y de su macabro juego de pistas, con el cual los sospechosos se reducen a muy pocos, sobre quienes hoy se teje un manto de duda. Es un juego macabro –repito- porque cuando la inquieren por esa injusta situación, opta por seguir incitando a la adivinanza: "Me relaciono con mis jefes de formas que son muy públicas, así que si quieren seguir con adivinanzas...., pueden hacer muchos descartes”. Como quien dice: deshojen margaritas, sigan jugando.

En un trino posterior, respondiendo a la avalancha de especulaciones,  califica de “atrevidos, ignorantes, cínicos e inhumanos” a quienes han hecho cálculos y comentarios. Pero fue ella quien detonó una bomba en la cima de un nevado; fue ella quien metió al país en un juego de adivinanzas y creó una tormenta comparable al escándalo del hacker que le montaron a Óscar Iván Zuluaga hace cuatro años para arrebatarle la presidencia. ¿O será que existe alguna intención de golpear a Uribe y a la Alianza que se ha consolidado como esperanza para los colombianos en las próximas elecciones?

Morales aceptó que las especulaciones se estaban aprovechando para profundizar odios y que, sin duda, se han manipulado con fines políticos al mencionar al presidente Uribe.  Pero el daño estaba hecho. Sus enemigos embistieron y, como si fuera poco, la columnista Paola Ochoa, que también denunció acoso de otro personaje con “poder, influencia y amigazos mediáticos”, al que tampoco señaló, terminó metiéndose en el juego de adivinanzas con un tono que no dudo en calificar de perverso.

El comunicado del Centro Democrático es contundente. En Colombia, y sobre todo en el caso de Álvaro Uribe, el presidente no tiene libertad para semejantes desvaríos, custodiado siempre por la fuerza pública. Es más, para las fechas en que la periodista hizo parte de su comitiva, era su actual esposo uno de los responsables de la seguridad presidencial.

Claudia Morales se convirtió en esclava de su silencio, y solo ella puede liberarse y liberar al país de la zozobra en que decidió meterlo.

Y todo eso nos pasa por estar, como diría López Pumarejo: “a la penúltima moda”

@jflafaurie