En materia de educación ha sido positivo e importante que, a pesar de la pandemia, se haya mantenido la prestación del servicio y por tanto garantizado el derecho a la educación. No obstante, resulta oportuna la reflexión que viene haciendo el Gobierno Nacional para diseñar estrategias que permitan superar el rezago en las metas de aprendizaje que se pueden haber generado en los niños, niñas y adolescentes, a partir de la modificación de los medios utilizados para la enseñanza, así como el plan de acción para el retorno gradual a la presencialidad, alternado con trabajo educativo en casa.
La ventaja que ha implicado el desarrollo de tecnologías, métodos pedagógicos y formas virtuales de interacción entre maestros y estudiantes y entre los propios alumnos, no puede soslayar el análisis sobre los efectos que estas herramientas en medio del de confinamiento han traído para la salud emocional y para el proceso de desarrollo integral de las personas que, con enfoque humanista, debe tener incorporado cualquier proyecto educativo.
El humanismo que supone un proyecto educativo debe iluminar las directrices para la prestación del servicio de educación en casa y en presencialidad bajo el esquema de alternancia con los cuidados de bioseguridad adecuados y recomendados por los expertos en salud. No se puede olvidar que, como se indica en el documento “Carta de San Ignacio de Loyola a un Educador”, se trata de lograr la formación de “personas de una manera integral, abarcando la inteligencia, la voluntad, la memoria y la sensibilidad”.
Ello implica no sólo tener en cuenta a los destinatarios de los procesos pedagógicos, es decir a estudiantes, sino también a sus familias y a los maestros, todos los cuales se ven implicados y afectados en cuanto actores principales.
Algunos de los pedagogos y expertos en materia de educación, enseñanza y desarrollo humano han insistido en la importancia del entorno como elemento clave del aprendizaje (Lev Vygotsky), de los juegos como factor determinante para la adquisición de conocimientos e investigación de lo que rodea al alumno (María Montessori), y de la importancia de tener un enfoque académico humanista dentro de las instituciones (Augusto Franco).
En el texto “Carta de San Ignacio a un Educador” está la esencia para lograr con éxito lo que implica ese proceso de aprendizaje que permitirá la formación integral del alumno y que no se logra suficientemente a través de la comunicación con herramientas tecnológicas o a través de una pantalla fría que sólo es aprovechada para impartir unos conocimientos. No debe perderse de vista que “la educación no humaniza” per se y que, si se busca la transformación moral de una sociedad, debe reconocerse que el “proceso educativo se desarrolla en un contexto en el que diferentes valores están en juego”.
Es necesario, y ello se facilita mucho más con la interacción personal y física entre actores de la comunidad educativa, tener en cuenta las expectativas, características, miedos y deseos del estudiante. El educador debe entender quién es cada alumno, qué le gusta, cómo reacciona frente a lo que le desagrada, qué necesita para crecer y superar sus límites, cómo es su mundo y el medio en el que se desenvuelve. No es posible lograr este propósito conformándose con comunicar un saber, pues los estudiantes no son siempre los mismos y sus escenarios de vida son variados.
@cdangond