Defendamos la Constitución | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Agosto de 2016

¿Qué hacer con el Estado?. ¿Reducirlo a la impotencia como pretendió el liberalismo con su famosa formula "Dejar hacer, dejar pasar? O ¿magnificarlo y agigantarlo despóticamente como hicieron los fascistas?.¿Aplastarlo, “EL Estado he ahí el enemigo"- según los terroristas-? Derrotarlo para ponerlo al servicio del proletariado fue la fórmula marxista. Los "neoliberales" quieren esterilizarlo... Hoy la fórmula más inteligente es utilizar al Estado como instrumento de equidad. Así lo afirma Hernán Olano García ensu obra “Constitución Política, 8a edición. Son 1.240 páginas muy documentadas y enriquecedoras.

Sin incurrir en exageraciones -pues según el artículo primero de nuestra Constitución, Colombia es un Estado social de Derecho en el que prevalece lo general sobre lo particular. El hombre es elemento irreductible de la vida social y por lo tanto sus derechos funda­mentales y sus necesidades básicas están por encima de cualquier consideración. David Ricardo, uno de los tres economistas clásicos decía: "la persecución del bienestar individual está muy relacionado con el bienestar de todos".

 Al "Estado" se le puede aplicar el sabio aforismo popular, “ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre”.

Según Olano García, al Estado moderno lo caracteriza la limitación estricta de sus competencias, la racionalidad de su función pública  y la eficacia del servicio. Sin embargo, la gente del común ve en el “Estado” a un  enemigo, el que todo lo obstaculiza, lo hostiliza, lo problematiza. En la Constitución,  según el autor Olano,  el hombre de abajo, el más humilde de todos, goza de mil garantías para evitar que se le aplaste. El libro, en forma clara, -la buena docencia consiste en hacer fácil lo difícil- enseña los recursos simples de que disponemos para que no se vulnere nuestra dignidad, ni se menoscabe nuestra eco­nomía.

En estos asuntos, lo que realmente asombra, es la impresionante ignorancia de la gente. Una cierta anticultura, presenta al "Estado" como el opositor, como al que siempre está listo para perjudicarnos. Recordemos esto: Si uno es niño lo amenazan diciéndole que van a llamar a un policía, como si se tratara de un ogro. Al joven lo acostum­bran a ver ciertos muros universitarios con propagandas que dicen: “Botas no, fusiles no”. Y la izquierda grita en todos los tonos “Las fuerzas Armadas son agresoras y represivas”, cuando la cotidianidad indica que el Ejército es el que entrega su vida permanentemente para proteger nuestra integridad física, patrimonial, moral y social. Duguit enseñó: “El derecho sin la fuerza es inoperante y la fuerza sin el derecho es la barbarie”.

El que más colabora en la difusión de la mala imagen del Estado es el funcionario corrupto, prepotente y despótico. El corrupto destruye la credibilidad de la autoridad y erosiona la legitimidad del gobierno. Fomenta el cinismo entre los ciudadanos y crea desesperanza e indignación. La indolencia oficial propicia una cultura política de ausencia de civismo, en virtud de la cual el ciudadano se va convirtiendo en un evasor de sus deberes de todo tipo. La obra sobre la Constitución del 91 se convertirá en un excelente "auxiliar de los colombianos para afrontar con éxito las dificultades ante la autoridad estatal”. Somos un Estado de Derecho  y el derecho es la ­mejor defensa contra cualquier tipo de injusticia.