Cultura del avivato | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Junio de 2017

El avivato es el que adapta los principios de acción o los compromisos a las circunstancias o a la coyuntura concreta del momento. El avivato es un veleta, un ambiguo que se acomoda a lo que la circunstancia le exige. Cambia su modo de pensar y resolver actitudes según los vientos que soplan. La moral del arribista es la triunfalista o la sentencia de Maquiavelo “El fin justifica los medios”. Los colombianos en general tenemos mucho del  “avivato”.  Queremos empleos en los que haya que trabajar poco y ganar mucho. A veces se piensa que es más lucrativo violar la ley, que acatarla.

Cuando Antanas Mucus lanzó la frase: “Si todos colaboramos todos ganamos”, al día siguiente en las paredes más visibles se leía esta propaganda: “No ponga nada y gane todo”.

El afán de lucro impiadoso lo ve uno hasta en la mente de los poderosos,  nos referimos a los banqueros. En todo se nota el afán de lucro y de ganancia. Al ahorrador o cuentahabiente le pagan un interés absolutamente insignificante y cobran intereses altísimos a quienes acuden a los préstamos bancarios. Por usar una tarjeta, por consultar un saldo, por transferir un dinero de una a otra cuenta, por una chequera cobran$110.000 y   $90.000  por un cheque de gerencia.

Los aforismos populares son envilecedores. Los primeros mil millones se hacen de cualquier manera, que la honradez viene después, poco a poco. Haga plata y no explique cómo. El progenitor le comenta al hijo: Haga plata honradamente, y si no puede hacer plata honradamente, ¡haga plata!  ¡Dime cuanto tienes y te diré  cuanto vales! Robar al Estado no es delito. El que pone la plata, impone las condiciones.

El colombiano todo lo pospone para un día de éstos. No haga mañana, lo que puedes hacer pasado mañana. En algunas regiones el abogado le dice a su cliente: “cuénteme su problema claro, que de enredarlo me encargo yo”.

La astucia y el disimulo están en la conformación de numerosos colombianos; él cultivo estos atributos con asiduidad y esmero.

Somos soñadores, aguantadores, conformistas, de convicciones débiles. Con frescura se expresa: “Estos son mis principios, pero si necesita otros no hay problema”  Los colombianos son zalameros con el poderoso y arrogantes con los de abajo.  Se sabe disimular el odio y la rabia para poder salir adelante.  Se perdona, pero no se olvida.  Cuando se trata de errores, la culpa siempre es del otro.  El colombiano sabe de todo: de fútbol, de política, de economía, de políticas públicas, de arte, de literatura, de industria, de todo lo divino y lo humano.  Aunque Colombia es un país, según nos enseñan desde la escuela primaria, inmensamente rico,  la gente es pobre y las carencias esenciales son abrumadoras. El colombiano es sentimental y es romántico. Siempre dejamos todo para el último momento. Los pobres son mayoría, pero mandan unos pocos privilegiados.  El colombiano es un  “busca la vida”.

Somos masoquistas, nos reímos de los dolores que nos aquejan.  Se lucha hasta el último momento por salir adelante,  no importa el medio que se escoja.  La desesperación lo justifica todo.  En Colombia tenemos montañas, altiplanos, llanuras, ríos, lagos.  Pero se cumple una terrible paradoja.  ¡Es un país de tierra sin gentes y gentes sin tierra!

El colombiano tiene todos los defectos y todas las virtudes.  Dispone de la astucia del zorro, de la habilidad del mono para trepar, del pez por la resistencia para nadar contra la corriente.  ¡Reunid todas estas condiciones en un solo hombre y tenéis al político triunfante!

Muy críticos. Se olvida que es mejor dar abrazos que dar bofetones. El muro aísla, el puente une.