Clima, Adicción y Religión | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Agosto de 2023

La incapacidad del gobierno de Estados Unidos en asumir su responsabilidad en el mercado del narcotráfico, coincide con la propia adicción del enfermo en su fuga de una realidad que aborrece. Ese binomio de fugas mentales produce más muertes violentas en los países productores de coca, de las que se derivan del consumo. Pero como los consumidores provienen de una sociedad puritana consumista, la culpa es de la mata de coca, no de ellos. En consecuencia, es un adicto algo ingrato que maltrata a sus proveedores. Pero se siente moralmente satisfecho descalificando a México o a Colombia o a cualquiera, en sus noticieros parcializados o en sus “thrillers” televisivos en los que los malos de la película, no son ellos mismos.

 La mayor violencia de esa doble moralina la sufrimos los países productores.

 Es una sincronía que se repite a una escala mayor, entre la catástrofe climática planetaria y la confusión mental de quienes lo habitamos. Es una sincronía de micro a macro cosmos. Y no es una mera casualidad.

Se remonta, a riesgo de parecer anacrónico, a una antigua disputa teológica en la que el protestantismo elevó a virtud la codicia como motor de progreso en oposición al catolicismo romano que la tiene como una aberración cardinal. Dos textos, entre muchos, evidencian esa contra posición ética esencial, Uno es el de Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” y otro, el de Tawney “La religión y el surgimiento del capitalismo”.

A partir de la segunda guerra mundial en Estados Unidos se desató en la economía y la propaganda, la creación artificial de necesidades para impulsar ganancias. Es decir, se llevó la codicia para avanzar en “el progreso”, satisfaciendo vanos caprichos. Ese es su delito planetario.

Esa tendencia ni siquiera se mitigó con la generación de los años 60, que inició una protesta contra la ruina de los mares y el planeta, con textos ya clásicos como los de Lovelock y Costeau, entre otros. El ente económico ya era ajeno a las razones y el alegar la antigua razón teológica se tomaría por una broma fanática. Siguieron (siguen) insistiendo en las bondades de la codicia. En crear necesidades ficticias.

Los científicos anuncian que las corrientes del océano atlántico van a desaparecer por razones que en una breve columna no cabe exponer. Es imposible describir aquí lo que le ocurrirá a la vida si se detiene ese flujo. Y, o, si se incendian los países ecuatoriales (como se prevé) con incendios peores al de Canadá, España, California, etc. Y me disculpan la trivialidad del etc. Las petroleras conocían desde hace décadas lo del océano, pero lo encubrieron. Como lo disimulan en China y en Rusia. Esa confusión mental va de la mano con las catástrofes naturales. El futuro promisorio va de moratoria en moratoria.

El ente que estimuló la depredación, ha impuesto su rasero y lo hemos aceptado. Pero esa normalidad está loca, la aborrece el planeta, y no lo disimula.