Bestialistas | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Enero de 2017

El pasado 22 de enero de 2017 empezó la temporada de toros en Bogotá. “Temporada de La Libertad” es el nombre que acertadamente escogió la empresa organizadora para simbolizar el regreso de una tradición cultural que se oficia en la plaza Santamaría desde 1931.

Se esperaban protestas del colectivo animalista que desde hace algún tiempo decidió emprenderla contra la cultura de las corridas de toros como parte de las nuevas concepciones morales que incluye a los animales como seres sintientes y, por tanto, define cualquier atentado contra su integridad como tortura.

La definición, al parecer, no aplica para las langostas que cuecen vivas en medio de los más terribles y lastimeros sonidos. Ni para las gallinas a las que las abuelas campesinas aún les tuercen el pescuezo para el tradicional sancocho. Ni para los miles de bovinos, caprinos, ovinos, equinos, porcinos y hasta caninos que por millones se sacrifican a diario. Que los comensales no disfrutan con esos “asesinatos” reclaman los animalistas carnívoros. Los veganos ovoradicales, no están seguros de compartir semejante afirmación. Y exhiben, para sustentarlo, la cara de satisfacción y las selfies de los miles de pescadores que obviamente disfrutan de ver como el pobre ex pez, se va asfixiando lentamente en medio de desesperados saltos cuando lo sacan de su hábitat natural.

No voy a defender el toreo como arte o cultura. Me gusta. Y entiendo que haya gente a la que no le gusta. Y he asistido a muchas riñas de gallos, aunque no me gustan del todo. Pero no me imagino parado a la entrada de la gallera de mi pueblo empujando e insultando a los galleros y galleras que entran a disfrutar del espectáculo. No sólo porque me parece un acto de autoritarismo absolutista, sino porque es mala idea meterse con un gallero, diga Ud., en Maripí, en Cunday, o en Pandi. Es gente poco tolerante a las agresiones. Suelen reaccionar de maneras poco edificantes, pero tan comunes que figuran en el Código Penal.

En Bogotá, los supuestamente pacíficos animalistas fueron de pronto poseídos por el espíritu de alguna fiera de esas que protegen y la emprendieron a golpes, escupitajos, empellones y toda clase de agresiones contra los que asistimos a la corrida del 22. Los que nos salvamos de semejante trato fue por pura coincidencia. Pero se sabe de gente a la que golpearon gravemente, sin respetar género, edad o condición.

El toreo es un espectáculo popular pero no es barato. Los precios esta temporada oscilan entre 136.500 y 728.000 pesos. Y algunas gentes acuden ataviadas de manera especialmente elegante. Todo un escenario para que políticos fascistas que se autodefinen de izquierda vayan a azuzar a sus huestes a la agresión contra “los ricos que se deleitan en la sangre” según dice su líder.

Si hay algo peligroso, más que un toro traicionero, son esos políticos que usan la supuesta protesta democrática para impedirle a una minoría el ejercicio de una actividad que se realiza dentro de la Constitución y la ley, como la propiedad privada.

Quedamos advertidos de su talante democrático.  

@Quinternatte