¿Autoridad moral? | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Marzo de 2017

El ex procurador general de la nación Alejandro Ordóñez Maldonado está llamando, junto con Álvaro Uribe, su alegre compadre, a una marcha contra la corrupción. Si no fuera porque semejante convocatoria en cabeza de tales ciudadanos es una tragedia, sería un chiste.

Como dicen los pelados de ahora. Ordóñez y Uribe llamando una marcha contra la corrupción ¿En serio?

Es más grave aún, ha colgado en su cuenta de twitter una especie de lema que dice: “Contra la intromisión indebida del gobierno Santos/Vargas Lleras en la Rama Judicial. #Vamos a la calle”. ¿En serio, doctor Ordóñez?

“El diablo haciendo hostias”, diría mi abuela. Algo anda mal en la cabeza del señor ex procurador cuando tiene el descaro de llamar a protestar contra la corrupción y la injerencia de otros órganos en la Rama Judicial.

No parece que se haya leído la sentencia del Consejo de Estado que anuló su reelección como Procurador. Cualquier lector medianamente despejado puede concluir fácilmente que la razón principal fue una descarada operación de cambio de votos por puestos. Ahora, alguien puede discutir si eso es o no corrupción, más o menos de la misma manera que discuten si lo de Odebrecht es un soborno o una generosa donación desinteresada. O si lo fue la “Yidispolítica”. Todo es discutible conforme a la moral maleable de algunos intérpretes.

Corrupción no es solo eso. También lo es usar un cargo público para imponer conceptos religiosos privados en contra de la Constitución, la ley y la jurisprudencia, tal como se lo dejó bastante claro la Corte Constitucional en el auto 022 de 2013 con el que negó la nulidad pedida por Ordóñez de la sentencia T-716 de 2011 sobre derechos de una pareja del mismo sexo.

Es igualmente una forma de corrupción haber usado el cargo para una cruzada antiabortista y contra femenina. Sexo, mujeres y parejas del mismo sexo, no eran derechos y personas protegidas constitucionalmente, sino demonios que merecían sus anatemas de camandulero fanático.

Haber señalado públicamente y a voz en cuello que la sentencia del Consejo de Estado que anuló su elección era el cumplimiento del primer pacto de La Habana, no solo es un acto de corrupción al sostener públicamente una afirmación a ciencia y paciencia de su falsedad, sino un acto de evidente mala educación. Él, que fue miembro del Consejo de Estado, no tuvo ningún problema en ofender de semejante manera a la Corporación que lo acogió y a los compañeros con los que compartió función judicial. La Biblia, que tanto manipula el señor Ordóñez, tiene un nombre para ese tipo de personajes. Y no es bueno.

Autoridad moral, decían los venerables sacerdotes salesianos que me educaron, es lo único que se necesita para exigir de otros un comportamiento determinado. Y es justamente de lo que carece el señor Ordóñez para iniciar cruzadas contra la corrupción.

No la tiene ni siquiera para hablar de caridad cristiana, desde que ofendió a los desheredados de esta tierra con los fastos de una boda impagable por cualquier funcionario público normal.

@Quinternatte