Aprendamos comparando | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Marzo de 2017

Una forma de aprender es por la vía del ejemplo. Esa es una recomendación recurrente para los padres de familia y para el sistema educativo en general. Ahora también lo es para los países que deseen recorrer la ruta de las buenas prácticas de gobierno.

Es el camino que actualmente recorre nuestro país intentando ser admitido en el grupo elite de los países bien gobernados, la OECD. 

Para lograrlo debe cumplir con los exigentes estándares aplicados por los países miembros de esa organización.

Pero hay otros ejemplos para el aprendizaje; demos una mirada a lo que se hace en otros lugares en materia de funcionamiento partidista, formación de leyes o lucha contra el terrorismo.

Algunos casos actuales sirven para ello: veamos primero como el Presidente Trump intentando aprobar drásticas modificaciones al sistema de salud llamado Obamacare fue derrotado por el congreso de su país, dominado paradójicamente por sus copartidarios. 

Los Republicanos son la mayoría en las dos cámaras; sin embargo, al interior de ese partido coexisten posiciones divergentes, están divididos casi en dos grupos iguales. Una, los herederos del Tea Party,  consideró que el proyecto puesto a su consideración pecaba por ser poco ambicioso, y que toda clase de subsidios deberían ser eliminados; la otra mitad, piensa que, por el contrario, lo propuesto bordea el límite de lo que ellos estarían dispuestos a aprobar, ya que si eliminan todas las ayudas estatales muchos de sus electores se quedarían por fuera de las coberturas de salud. 

Es tan notoria la diferencia entre unos y otros que pareciera que no estamos frente a dos vertientes de un solo partido, sino, más bien, frente a dos partidos políticos claramente diferenciados por su forma de pensar. 

Sin embargo, su cultura política les impide pensar en romper el sistema bipartidista que sus padres fundadores plasmaron en las normas fundacionales. Aquí por el contario, creamos partidos de la nada y cambiamos la Constitución frecuentemente.

Resaltemos que al Presidente en ejercicio no se le ocurrió negociar con su partido dividido ofreciendo puestos y contratos, sino que, por el contario amenazó a los disidentes advirtiéndoles que si no aprobaban su propuesta dejaría vigente la ley de su antecesor que a todos mortifica. He aquí otra notoria diferencia entre ese proceder y las cuestionables prácticas arraigadas entre nosotros.

Veamos de otra parte, como España continúa enfrentando la amenaza terrorista de ETA: a principios de semana, ese grupo terrorista anunció que entregará las pocas armas que aún conserva en su poder para dejar de existir como grupo insurgente. 

Acorralado desde hace tiempo y reducido a mínima expresión por una contundente persecución militar y por implacables condenas judiciales, entendieron que no tienen otra opción. 

El presidente del gobierno Español, Mariano Rajoy, mas lacónico que nunca y casi con desdén, manifestó que ese proceder era lo que todos esperaban y que, además, no habrá beneficio ninguno para ese grupo fuera de la ley. 

Contrasta todo con lo hecho aquí por el presidente actual en contra de la voluntad popular.