Álvaro Gómez Hurtado, el maestro | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Noviembre de 2016

Acostumbro a repasar con frecuencia las clases impartidas por Álvaro Gómez Hurtado en su cátedra de Cultura Colombiana de la Universidad Sergio Arboleda, publicadas en tres tomos por la misma institución y por la fundación que lleva su nombre.

Está claro que su magnicidio no solo  privó al país de sus brillantes ideas, sino también al Partido Conservador de un guía quien siempre se destacó por generar propuestas de  impacto positivo y beneficio general. 

Creo que entre los motivos de admiración que le profesamos, hay uno que merece resaltarse, su pasión por la formación de la juventud colombiana, ciertamente vibraba soñando con jóvenes virtuosos, sólidamente preparados que aspiraran a la excelencia y a la transformación de Colombia aprovechando su gran potencial. No fue casualidad que la mayoría del respaldo popular que siempre obtuvo proviniese de los movimientos estudiantiles que cultivó con esmero.

Ese interés en la buena educación que debe recibir la juventud, lo demostró en muchas de sus obras y fue la causa que lo movió a apoyar con entusiasmo la propuesta concebida por su amigo y condiscípulo Rodrigo Noguera Laborde, sobre la necesidad de fundar un nuevo claustro universitario que preservara la enseñanza del Humanismo Cristiano que  la Universidad Javeriana les había inculcado. 

En aquellas fechas la Teología de la Liberación, que interpreta el Evangelio bajo la lupa del marxismo, se propagaba como pólvora dentro del clero y las organizaciones religiosas; sin duda, una visión contraria a las raíces filosóficas en las que ellos se formaron.

No se conformó Álvaro Gómez Hurtado con apoyar vigorosamente esa idea, sino que desarrolló con entusiasmo la cátedra sobre Cultura Colombiana en esa Universidad; así sus privilegiados alumnos se beneficiaron de profundas exposiciones basadas en su amplia cultura y  vastos conocimientos de la historia universal y colombiana que gozaba compartiendo con generosidad.

Afortunadamente, como fruto de la admiración que profesaba por su jefe, su colaborador José del Cristo Huertas, quien fue inmolado con él, grabó sus clases durante cuatro semestres consecutivos (1994 – 1995);  la última sin presentirlo, minutos antes de la emboscada. 

Releerlas recrea la grandeza de su pensamiento;  así, eventualmente  muchos podrían retomar su senda, y comprenderían el gran daño que le causó a Colombia el  sectarismo político de sus oponentes quienes truncaron con calumnias su intención de llegar a la Presidencia de la República.

Para el Partido Conservador, hoy en manos de una  bancada parlamentaria sin brújula, es imperioso apropiarse de su pensamiento; no hacerlo hundirá sin remedio la nave del viejo e histórico partido.