¿Agotamiento del liberalismo? | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Octubre de 2018

“Crece tendencia de ir contra lo políticamente correcto”

¿QUÉ tienen en común los estilos de personajes políticos como el presidente de los EE.UU. Donald Trump, el de Turquía Recep T Erdogan, el de Hungría Víktor Orban, el de Filipinas Rodrigo Duterte y Jair Bolsonaro? ¿Cómo es posible que después de lo observado con en el estilo de gobierno y las formas de Trump y sus émulos, el pueblo brasilero respaldara a Bolsonaro, quien lo aventaja por el calibre de sus estridentes declaraciones? Estas y otras preguntas del mismo cariz se vienen haciendo distintos analistas de la política contemporánea alrededor del mundo, en especial en occidente.

Sin ir muy lejos, en su última columna en El Espectador titulada “El mundo de ayer”, Francisco Gutiérrez se refiere al asunto escribiendo, entre otras frases, “…he venido insistiendo desde hace algún tiempo en que asistimos a la quiebra del orden liberal globalista…”. En esta dirección, el fenómeno en comento se podría abordar desde la perspectiva de un posible agotamiento del concepto de la “voluntad popular” expresado en las elecciones generales de la democracia liberal, pero no es realista y muchos menos viable desembocar en un cambio del paradigma democrático: ¿tratar de armar una especie de aristocracia democrática moderna? ¿volver al voto censitario en concordancia con el volumen de propiedad privada o el nivel de educación? ¿limitar ostensiblemente los mecanismos de participación ciudadana? Cualquiera de estas medidas o similares nos llevarían a una parte del pasado ya superada.

La raíz del problema se puede encontrar más bien enfocando la mirada en el cansancio con una buena porción de las prácticas del liberalismo contemporáneo. Y para esto empecemos por tratar de responder el interrogante sobre lo común entre Trump y sus émulos.

Lo más común en los extremistas de derecha mencionados es su populismo que plantea soluciones simplistas a los problemas de sus sociedades. Pero ¿por qué se les cree?  Porque su populismo se refuerza con la marcada tendencia de ir contra lo “políticamente correcto”. Todas o casi todas sus declaraciones marcan un contraste radical con esa costumbre proveniente del liberalismo moral, de no llamar las cosas por su nombre. Parece ser que el relativo éxito que han tenido entre las mayorías que los siguen (a los extremistas de derecha), se debe en buena parte al cansancio con la mentira edulcorada o hipocresía cargada de eufemismos, que perciben en todas o casi todas las declaraciones identificadas como “políticamente correctas”. Y claro está, aparecen unos señores con ciertas habilidades comunicativas que no utilizan eufemismos, sino un lenguaje crudo y soez y los perciben como francos: pensarán algo así como ¡por fin alguien que llama a las cosas por su nombre, que le “canta la tabla” a los políticos tradicionales!   

Es que muchos liberales contemporáneos, en diferentes latitudes, confundieron lo “políticamente correcto” con la virtud de la prudencia política o gubernativa. Aquella que le permite a quien la practica saber qué decir, cuándo decirlo y cómo decirlo, sin sacrificar ni la realidad ni la verdad que son convergentes.    

@CarlosAlfonsoVR