Se nos fue el mes de abril, más conocido como el mes del idioma, siendo el día 23 el propio para la conmemoración y permanecemos en deuda, pues como lo señalamos antes, su majestad el Castellano ha quedado -literal, como dice graciosamente la juventud- como un “nazareno” con la intromisión del tal lenguaje inclusivo- léase burdo, ordinario, so pretexto de comprensivo- que repulsa, de entrada, la estética y de salida la morfosintaxis; que riñe con la eufonía- calidad de armonía, cadencia- y se repliega en la cacofonía, donde yace lo inarmónico, la disonancia, la fealdad idiomática, terreno en el que campean olímpicamente -y sin ninguna elegancia- doña Francia y compañía.
Pero eso en cuando a la forma, porque también los mismos espadachines de la programada “batalla cultural” contra los valores que informan nuestra civilidad se han vuelto expertos en tocar el fondo, en tergiversar la realidad para disfrazarla y darle unas connotaciones que le caen como camisa de fuerza. Ayer hizo un año la izquierda internacional, resortada por Moscú y Caracas, con la complicidad del ELN, las disidencias farianas, los carteles de la coca golpeados por Duque, con la oposición política, programaron contra Colombia un paro armado en suerte de sinfonía inconclusa en que tocaban diversidad de músicos destemplados como Fecode, las trasnochadas centrales obreras, el cartel de caricaturistas antiuribistas y jóvenes periodistas y comunicadores en condición de “mamertidad”.
Pues bien. Todos estos actores se dieron en la tarea de inventar y de reportar mediáticamente un supuesto “estallido social”, como si se tratase de una furiosa, desesperada y espontánea expresión de protesta de la gente y de la juventud contra el gobierno, contra el sistema, contra el estado de cosas imperantes, contra todos los valores vigentes, en contravía de lo que en realidad era: una revuelta orquestada y pagada por aquellos protagonistas de marras para tumbar al gobierno y crear caos y confusión, logros estos últimos que efectivamente alcanzaron, sobre todo en nuestras tres grandes ciudades capitales, cuya batuta dirige la izquierda.
Y aún hoy se lee y escucha el eco del tal “estallido social”, como si no hubiese quedado claro qué era lo que había ocurrido, como ahora está ocurriendo en Chile, cuando a la gente -aupada por el Foro de Sao Paulo- le dio por el cambio y alocadamente se agarraron de una especie de tiro al aire de marca Boric, cuya popularidad, en menos de dos meses, pasó del 50 al 36 % y sigue en picada, mientras los obnubilados electores comienzan a despertar -ojalá no muy tarde- antes de que tome forma el monstruo que están cocinando en los laboratorios de la Convención Constitucional.
Post-it. Tergiversar y enredar la pita, otra de las formas de lucha de la oposición colombiana. Entonces ahora la instituciones, el Ejército, la Policía, el Esmad, son cuerpos de asesinos y hay que acabarlos. Preguntas: ¿en el evento de que llegase a triunfar la izquierda extrema- cosa que no ocurrirá- ya no se necesitarían, llegaríamos a vivir como en Suiza, o como en Walden Dos, la hermosa y armoniosa comunidad de Skinner, o en una ciudad de ángeles, especie de paraíso terrenal? Porque lo que vemos por el espejo de la Habana, Managua y Caracas, reflejan otra cosa.