En los años 30 del siglo pasado el educador antioqueño Julio César García Valencia, quien aunque conservador, fue el promotor de los derechos educativos de la mujer, frente a la violenta represalia de dejarlas únicamente destinadas a la crianza de los hijos y al manejo del hogar.
De las cinco señoritas que se matricularon en la "Escuela de Dentistería" de la Universidad de Antioquia (De las primeras cinco estudiantes sólo se recuerda los nombres de Amanda Guendica, Mariana Arango y Rosa María Navarro, quienes obtuvieron su título en 1935), la primera de ellas dijo: “Sin los buenos oficios del doctor Julio César García Valencia nos habría sido imposible graduarnos. A él le debemos el ingreso a la universidad".
Y no sólo a García Valencia se le debe el ingreso de las mujeres a la Universidad, pues cuando la profesora Enriqueta Seculi, una profesora republicana española, quitó una imagen de la Virgen ubicada en la mitad del patio del Instituto Central Femenino de Medellín para que las estudiantes tuvieren espacio para la clase de gimnasia; “No tardó en pronunciarse un coro de voces altisonantes de denuncia contra el doctor Joaquín Vallejo Arbeláez, contra la señora Seculi, a quien los antioqueños veían como a una especie de “pasionaria” que había llegado para perturbar las mentes de las jóvenes, e incluso contra el doctor Julio César García, profesor de la Universidad de Antioquia y quien acompañó esa experiencia pedagógica y permitió que unas pocas mujeres interesadas en completar su formación asistiesen a algunas clases en el Liceo de la Universidad, para validar allí su bachillerato. Fueron ellas solo tres: Margarita Peláez, Blanca Ochoa -años más tarde, esposa de Gerardo Molina- y Edith Jiménez. Blanca y Edith continuaron sus estudios universitarios en Bogotá y se desempeñaron con mucho prestigio en el campo de la antropología”.
La reivindicación femenina se lograría Con el Acto Legislativo # 3 del 27 de agosto de 1954, cuando se otorgó a la mujer el derecho del sufragio activo y pasivo, consolidándose su participación en el ámbito público con la presencia en la Anac -Asamblea Nacional Constitucional-, de Josefina Valencia de Hubach, Teresita Santamaría de González, Esmeralda Arboleda de Uribe y María Currea de Aya, entre otras, primeras mujeres representantes del poder político femenino, que más tarde llevaría al Senado de la República a la primera mujer en hacer parte de esa corporación, Bertha Hernández de Ospina Pérez.
En medio de la tensión que antecedió a la caída de Rojas Pinilla, no puede olvidarse el papel que jugó un grupo de señoras bogotanas, conocido como “las Policarpas”. Se trataba de varias damas de la sociedad, entre ellas Helena Calderón de Santos, María del Rosario Ortiz Santos, María Calderón de Nieto, María Paulina Nieto Calderón y Clara Nieto Calderón”. Ellas publicaban el periódico “Resistencia” y su labor era repartir el pasquín subversivo, pintar grafitis, enviar cartas a los militares para que se rebelaran contra el gobierno y participar en manifestaciones públicas contra Rojas Pinilla.