Hoy lunes, hace 240 años, el 24 de julio de 1783, nació en una casa entre las esquinas de San Jacinto y Traposos de la Muy Noble y Leal ciudad de Santiago de León de Caracas, nuestro Libertador, bautizado con los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, siendo el cuarto hijo de Juan Vicente y María de la Concepción.
En 1980, el presidente Julio César Turbay, por medio del decreto 3465 del 26 de diciembre, firmado en conjunto con su ministro de educación nacional Guillermo Angulo Gómez, ordenó la creación de la Cátedra Bolivariana para la Educación Secundaria, con carácter obligatorio en el noveno grado de secundaria de los establecimientos oficiales y no oficiales, con una intensidad de una hora semanal, con el propósito de exaltar la vida y obra de Bolívar e inculcar en la juventud colombiana los grandes ideales del Libertador.
Miles de libros se han publicado sobre Simón Bolívar: biografías, novelas, tratados, ensayos, poesías, diarios, memorias… No es exagerado decir que una biblioteca bolivariana puede ser innumerable. Siempre aparece otra obra sobre el Libertador en cualquier lugar del mundo y, tal vez por eso, porque están ahí, en algún lugar recóndito de la estantería del estudio de los abuelos, que nadie se ha vuelto a interesar por conocer la apasionante vida de quien fuera con Nariño y Santander, particularmente, el padre fundador de la república.
En materia de educación, Bolívar planteó varias ideas, comenzando por su discurso de Angostura, cuando expresó: “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y Luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”.
El pensamiento de Bolívar sobre la educación fue decisivo en la creación de las nuevas universidades nacidas luego de la independencia de América. Bolívar impulsaba el método lancasteriano o de enseñanza mutua o a través de monitores adiestrados para enseñar a los estudiantes menos aventajados.
Con el Decreto-Ley del 20 de junio de 1821 y sancionado el 6 de agosto del mismo año, se buscó inicialmente fomentar por todos los medios, estudios sobre agricultura, comercio, minería y ciencias militares útiles para la defensa nacional, por lo cual, el Congreso liberó de impuestos a la importación de libros, instrumentaos de laboratorio, cartas, mapas, grabados, pinturas y esculturas, colecciones de antigüedades, herramientas, máquinas y utensilios necesarios para la agricultura, la manufactura o la navegación; instrumentos o equipos de “cualquier profesor de arte liberal o mecánica” que llegase a establecerse en el país, beneficio hoy en día tan necesario, para evitar que tantos insumos que se requieren para una educación con calidad en todos los niveles, estén fuera del alcance de los estudiantes, debido a los gravámenes de los equipos y, particularmente de las bases de datos que dolarizadas, son el dolor de cabeza de las instituciones de educación superior, que deben contar con ellas para su registro calificado y procesos de acreditación, sin que los usuarios las usen como se quisiera.