El desangre sirio | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Julio de 2012

* ¿De dónde salen tantas armas?

** Cunde la desesperanza

 

Las noticias sobre los horrores de la guerra que se libra en Siria son cada vez más dolorosas. Los bandos se enfrentan a tiros a lo largo y ancho del país. Se dispara a todas horas, principalmente en la noche, a mansalva y contra lo que se mueva. Los bandos circulan por zonas, divididas las ciudades, algunas sitiadas por el enemigo, otras abandonadas y recuperadas, alternativamente, por fuerzas oficiales o por rebeldes que huyen. La población civil atrapada, convertida en presa de criminales armados, que no respetan mujeres, niños, ni ancianos. Quienes son sorprendidos con armamento en las calles, ya ni saben la razón de su lucha, ni tienen idea de lo que se debe hacer con el país. La anarquía de la mano del terror y el fanatismo, avanzan dejando una estela de sangre. Una ira incontenible los lleva a combatir hasta cuando se agotan las balas. Las mujeres cuando pueden recogen las armas de sus esposos, hermanos o hijos caídos en combate, hasta que son abatidas por la artillería y los blindados.

Los informes que se difunden sobre la suerte en los combates son poco confiables, cada quien pretende ganar la guerra mediante comunicados amañados. Por las fronteras porosas del país ingresan armas y combatientes, unos para derribar el gobierno y otros para apuntalarlo. A los ataques con vehículos pesados los rebeldes responden con atentados terroristas. Eliminar al otro, destruir su hogar, las fuentes de trabajo y la infraestructura, casi que sistemáticamente, es como una obsesión. Así no se gane la guerra la corriente de odio que sacude el país impulsa a los combatientes a no dejar piedra sobre piedra. Lo que parecía un intento de conseguir el cambio y dar paso a la democracia participativa al estilo occidental se ha vuelto un caos. Las madres desesperadas devoran a sus hijos antes de que caigan en manos enemigas. Se convierte en despiadada guerra de exterminio, sin más reglas que las de la fuerza y el fusil. Los combates se suceden uno a otro sin tregua, nadie se explica cómo han aparecido tantas armas, ni quien las suministra. Lo que se ha gastado en armas letales habría podido invertirse en sacar de la miseria a los sectores marginales y mendicantes de la población.

Mientras los sirios incendian el país de extremo a extremo y el gobierno jura luchar hasta el último cartucho, las potencias intentan intervenir bajo el escudo de la ONU. Lo que no aceptan por ahora Rusia ni China, como otros países amigos. Una vez más la desunión irracional de las naciones árabes los lleva a cavar su propia tumba. Quienes pensaron que los Estados Unidos y sus aliados podrían fomentar un nuevo amanecer democrático sobre el cadáver de agónicos regímenes de fuerza, militares o partidistas, ven cómo se desinflan sus esperanzas. Tras la guerra entre bandos religiosos o políticos, en uno y otro país de la región, asoman las masas de agrupaciones como los Hermanos Musulmanes sedientos de poder aupados por sus jefes religiosos. Por naturaleza son esquivas a la democracia, no les interesa el modelo occidental y tienden a la involución en favor de sus antiquísimos credos. Occidente se queda sin interlocutores, desaparecen los viejos caudillos con los que se podía negociar y emergen desde la clandestinidad nuevos amos del poder dispuestos al suicidio colectivo si las circunstancias lo exigen. Se dice que las fuerzas leales al irreductible Bachar Al Assad acaban de arrasar la localidad de Tremseh; se denuncia la muerte de más de 200 personas. Se acusa a los que luchan por mantenerse en las ruinas de la ciudad de haber efectuado crímenes, por lo que los combaten los de la “Shabiha”, los más duros guerreros del régimen.

Entre tanto Bachar al Assad jura por los huesos de su padre aplastar la rebelión. Europa y EE.UU. exigen un alto el fuego como lo ha pedido con insistencia la ONU, lo que por ahora no pueden cumplir los guerreros de las fuerzas antagónicas, dado que fallan las comunicaciones, se crean escenarios de guerra con combatientes que no pueden establecer contacto con sus jefes o que no los reconocen. Rusia se resiste a permitir que la ONU intervenga, en cuanto considera que de todas formas sería el preludio de la intervención en otros países vecinos. Se sabe que esa potencia ha movilizado más de 50.000 soldados a la región y sus barcos se mueven por la zona. Por lo que una intervención militar de Occidente podría desatar un conflicto de envergadura impredecible. Es una partida de ajedrez en la que las fichas las mueven las potencias y los combatientes hacen de peones.