Asbesto, el veneno gris | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Junio de 2016
Por Álvaro Sánchez *
Especial para EL NUEVO SIGLO
 
En las pasadas semanas se ha venido discutiendo en las redes sociales sobre las polémicas declaraciones de Clara López, ministra de Trabajo, sobre la inocuidad del asbesto y su defensa de las minas del mismo en Colombia así como de su uso comercial. No pretendo en estas líneas discutir sobre las bondades del material en cuestión, pretendo más bien plantear sus bondades, pero también sus riesgos para la salud y el ambiente.
 
Como regla general se puede decir que el asbesto es una fibra con una cantidad de propiedades que lo hacen único y muy útil en muchos usos de la vida diaria. Entre sus virtudes están sus características de aislamiento, propiedades de ductilidad mecánica, estabilidad química poco afectada por procesos, alta resistencia al calor y exposición directa a las llamas. En términos generales tiene un muy bajo costo de producción, lo cual hace que sea utilizado en grandes cantidades en la industria y que figure, además, en la composición de gran cantidad de insumos y productos para la misma. Con alguna excepción las fibras obtenidas del asbesto son muy resistentes a los ácidos, a la oxidación y, ante todo, al calor. Sin embargo, a temperaturas muy altas tiende a descomponerse y puede aumentar la potencialidad del daño ambiental.
 
El asbesto es quizá uno de los minerales más antiguos conocidos y utilizados por el hombre. Sus propiedades fueron utilizadas por el ser humano desde aproximadamente el año 2600 AC, inicialmente por habitantes de Finlandia en labores de alfarería. Desde esos tiempos se viene utilizando en forma ininterrumpida en diferentes asuntos que pasan por toda la escala de la producción humana. Los griegos dieron en llamarlo “el material inextinguible”, que en griego se denomina amianto, nombre que aún se utiliza para denominar este material.
 
Cabe aclarar que el asbesto o amianto no es un solo material sino un nombre genérico con el que se denominan 6 diferentes minerales que tienen un factor común en su contenido de silicatos de hierro, magnesio, calcio y su condición fibrosa. Sus fibras pueden ser curvas o alargadas, no tienen una representación molecular y varían en su longitud. Ellas son:
Tremolita.
Actinolita.
Antofilita.
Amosita 
Crisotilo
Crocidolita
 
Usos 
 
Como es apenas natural, con el surgimiento de la era industrial se disparó la utilización de estas fibras. En 1825 una importante empresa norteamericana logró, en la oficina de patentes de Chicago, la primera patente de la que se tenga referencia sobre el asbesto. Dicha patente se obtuvo con el fin de utilizarlo como material aislante en las entonces modernas máquinas a vapor. Así se mantuvo hasta la última década del siglo XIX,  en la cual se comenzaron a producir textiles a base de estas fibras, hasta llegar a más de 4.000 usos que se tienen hoy en día. Hoy por hoy tenemos el asbesto a todo nuestro alrededor, por ejemplo en tejas, pisos, cielos rasos, papeles, textiles, cementos, repuestos de automóviles, empaques y aislantes, entre otros cientos.
 
La fibra más utilizada es el crisolito, con cerca del 95% del total. Lamentablemente esta es también una de las que peores consecuencias puede llegar a traernos en el entorno y en la salud.
 
El asbesto puede penetrar en el agua o depositarse en el aire con una inmensa facilidad. Puede permanecer en el aire como producto de la desmenuzada del material, sea en el proceso de extracción o en su utilización industrial, y se deposita en el agua por su caída del aire en los cuerpos de suministro, reservorios o por su aposamiento en suelos o rocas y posterior percolación. También es posible que el depósito de residuos con contenido de asbesto acabe por contaminar a través de la producción de lixiviados.
 
Riesgos 
 
Si bien se puede asegurar que en la mayoría de los casos este tipo de asbesto, bien manejado, no es nocivo, también es cierto que con cualquier descuido se convierte en una amenaza para la salud. La población expuesta, en primer lugar y en mayor medida, es la compuesta por los trabajadores que están en las minas y por los que trabajan en su conversión en productos industriales. Ellos están expuestos básicamente a la degradación de la fibra en partículas y a su ingestión por las vías respiratorias, principalmente la capacidad pulmonar. La enfermedad producida de esta forma recibe el nombre de asbestosis y su síntoma principal es una respiración superficial y entrecortada. La Sociedad Americana de Medicina del Pulmón ha venido haciendo seguimiento en EU desde el año 1975 y tiene registrados, a 2015, de un total de 11.978 casos mortales de la enfermedad. No sobra advertir que en Colombia hay menos protección y prevención y no existe una estadística sobre la enfermedad.
 
El problema de salud no se reduce a los problemas pulmonares, también está demostrado que existe una relación directa entre el consumo de asbesto en el agua y la aparición de cáncer en el esófago, en los intestinos o en general en el sistema digestivo. En la última década se ha investigado sobre la incidencia en enfermedades renales y en el sistema circulatorio. En este contexto cabría preguntarse sobre la bondad de producir el “precioso mineral” y si se justifica el sacrificio de la salud o incluso la vida de tantos colombianos.
 
El problema principal es, sin duda, la salud, pero no menos grave es el deterioro ambiental que causa la dispersión del asbesto alrededor de las minas así como el daño que causa en flora y fauna de nuestros ecosistemas. Eso sin contar la ya mencionada contaminación de los recursos agua y aire. Suena razonable pensar que deberíamos cuando menos evaluar el costo-beneficio de esta explotación y presentar a la comunidad el real panorama al que se está exponiendo. Eso sería lo más responsable en este momento y que cada uno decida libremente si quiere o no participar del negocio.
* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255