Reflexiones preelectorales | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Mayo de 2018

En vísperas de la cita que tenemos todos los colombianos para manifestarnos con respecto a quien queremos para que se haga cargo de la dirección del país, se debe celebrar que esta es una cita a la cual debemos asistir todos los que nos interesamos por el porvenir de la nación. Debemos celebrar que no son muchas las ocasiones en las cuales haya habido tan clara manifestación previa de lo que llaman democracia, que no es otra cosa que la manifestación en la cual el pueblo ejerce la soberanía a través del voto.

Pero además, debemos celebrar que nuestras instituciones, así esté uno de acuerdo o no con ellas, siguen vigentes prácticamente desde la Constitución del 86, alma de Rafael Núñez, que fueron modificadas en la del 91 cuya paternidad no tiene paciente conocido, pero que ahí está; como nos han enseñado a respetar las leyes y la máxima colombiana es la básica, gústenos o no nos guste, es la que tenemos vigente y respetamos.

Estamos enfrentados a tener que decidir entre uno de los cinco candidatos que se presentan a nuestra consideración.  Han resuelto ellos poner a nuestra consideración sus programas de acción en caso de resultar favorecido por sus compatriotas. Por ahora salvo que alguno obtenga la mayoría absoluta, las votaciones pueden llamarse primarias. Los dos que obtengan el mayor número de votos comparados con los que los siguen se medirán el mes entrante y de allí resultará elegido quien tenga más votos y ahí se acaba la comedia, cuyo comienzo se iniciará el próximo 7 de agosto, aniversario de la Batalla de Boyacá, cuando se selló la independencia de la nación. Si revisamos nuestra historia, por lo menos la reciente, desde el 86 hasta el 91 y de este año a nuestros días Colombia ha sido un país modelo en cuanto a la elección de sus mandatarios. Siempre ha habido refriegas verbales entre los aspirantes que siempre se han resuelto bien, sin que hayan dejado de presentarse camorras entre unos y otros.

Lo que estamos viviendo en una tregua que termina mañana que no difiere mucho con lo que se ha vivido, con una salvedad. Hasta hace relativamente poco tiempo los partidos políticos habían tomado parte y los ciudadanos se habían acostumbrado a su tutela. A sus ideas de las cuales se mostraban fieles seguidores.  Esto ha cambiado y los partidos han sido reemplazados por los ciudadanos prominentes que exponen lo suyo; vaya uno a saber.  Antes, dentro de los partidos, se distinguían ciertos políticos y dentro de la disciplina de ellos se inventaba sus propios movimientos: sin que retirarse de ellos: gaitanismo, galanismo, lopismo, laureanismo, pastranismo, y otros son ejemplos; se hacían presentes ante la opinión, sin apartarse de lo suyo. Ahora salvo el candidato De la Calle, los otros tienen sus propios movimientos que han dado en llamarse partidos.  El menú es de buena factura, por lo menos cuatro lo son. Esperamos que la segunda vuelta sea entre dos de estos, ojalá no tenga que decidir el elector entre el menos malo de dos.