El destino histórico | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Mayo de 2018
  • Dos modelos antagónicos
  • Partidor de la segunda vuelta

A partir de hoy, cuando comienza la verdadera campaña presidencial, está claro que en el escenario nacional se jugarán en las próximas tres semanas, tal vez como nunca, dos concepciones abiertamente enfrentadas de las ideas políticas y los programas. Los triunfos de Iván Duque y Gustavo Petro encarnan fehacientemente esas discrepancias y los colombianos tendrán que tomar partido por una de las dos vertientes que se fueron abriendo paulatinamente camino desde la consulta popular y que se reconfirmaron de forma mayoritaria ayer, durante la primera vuelta.

En ese sentido podría decirse que en adelante y hasta el 17 de junio, cuando se lleve a cabo la contienda definitiva, estará sobre el tapete lo que algunos podrían llamar el destino histórico de Colombia. No podría reputarse esto, ciertamente, como una frase retórica o académica. Por el contrario, pocas veces en la historia del país se ha dado un punto de inflexión de este tipo y así ocurrirá en la medida en que en las urnas se dirima finalmente la controversia democrática que viene planteada prácticamente desde el plebiscito.  No se trata simplemente de hablar, como suele hacerse, de la polarización, sino que efectivamente los colombianos han decidido dividir el espectro político en dos opciones claramente diferenciadas. Si bien la tercería, encabezada por Sergio Fajardo, tuvo ayer un embate final bastante favorable y muy por encima de lo que señalaban las encuestas, no le alcanzó para representar el centrismo que pretendía dentro de la efervescencia que subyacía en el trasfondo de la competencia electoral. En todo caso, las señales dadas por este electorado fajardista tienen un carácter de permanencia, puesto que de algún modo fue la reedición de la ola verde “de otras oportunidades”, aunque en esta ocasión no clasificó para segunda vuelta, como había ocurrido con Antanas Mockus.

Entre Iván Duque y Gustavo Petro hay, entonces, un abismo ideológico. Duque representa, a no dudarlo, la libre empresa, la economía de mercado, el Estado austero, el desarrollo con equidad social y los elementos de autoridad y orden en un país convulso y todavía inestable, después del proceso de paz. Por su parte Gustavo Petro es, a fin de cuentas, fiel representante de las ideas del M-19 y que en otros términos se denomina “el progresismo”, donde el Estado juega un papel preponderante y la iniciativa privada no es la aliada fundamental en la creación de empleo y las sinergias con las políticas públicas.

No se sabe, en esa medida, cuál será el camino que irá a tomar la alianza entre la Alianza Verde y el Polo Democrático que soportó la candidatura de Fajardo. Sin embargo, se conoce que en una buena proporción hay una tendencia de centro izquierda, por lo menos en los fundamentos partidistas. No obstante, es claro que fueron muchos los jóvenes que se matricularon en esa alternativa y no puede haber certeza, en ese sentido, sobre el endoso de esa cauda que puso pie firme en la justa de ayer.

De otro lado, Germán Vargas Lleras obtuvo un resultado menor al que algunos esperaban, por fuera de las encuestas, pero su votación será determinante en medio de la polarización que se avizora. El gigantesco acervo programático de que hizo gala su candidatura queda como un activo fijo para quienes naturalmente comparten las mismas ideas de autoridad y orden así como de los ajustes económicos y tributarios indispensables para sacar al país de la asfixia y la desinversión en la que está gravemente comprometido. La nación requiere de un plan de choque y un ingente cartapacio de reformas para ser tramitado en la primera legislatura del próximo Congreso. Es ahí, justamente, donde también se juega parte sustancial del destino histórico del país, por lo cual resulta fundamental suscribir las cláusulas precisas del modelo político, económico y social que habrá de defenderse en este tramo de la segunda vuelta, frente a la erosión que significan la lucha de clases y el engendro chavista como propósitos nacionales.

Nunca pensaron, a su vez, los colombianos que se llegara a una crisis tan profunda del histórico Partido Liberal como la que le concretó ayer en cabeza de Humberto de la Calle.  Indudablemente fue un error haber mezclado el proceso de paz con una candidatura presidencial.

En todo caso, el destino histórico colombiano ha quedado sellado con una irrestricta adhesión a la democracia, en la jornada de ayer, saliendo a todas luces fortalecida, bajo la tutela exitosa de la Registraduría y cerrándole el paso a la abstención. En ese sentido, la segunda vuelta presidencial de seguro contará con más de 20 millones de sufragantes efectivos. Unas elecciones donde no habrá campo para la duda y que signará el futuro de Colombia como pocas veces.