Desafíos y crisis en Argentina | El Nuevo Siglo
Foto Anadolu
Sábado, 26 de Mayo de 2018
Giovanni Reyes

Quizás las esperanzas no están totalmente perdidas. Es lo que parecen cavilar asesores, ministros y funcionarios del gobierno de Mauricio Macri desde la Casa Rosada, la casa de gobierno, en Buenos Aires. Quizás no todo está perdido; la paupérrima aceptación del gobierno puede arroparse, es un decir, con el mundial de futbol que se avecina.  Eso podría conceder un respiro.

Y la esperanza mencionada se basa en que, en esta sociedad del entretenimiento, de la forma, del “marketing” político, por no decir de la abierta manipulación de la opinión pública, Macri ha demostrado una gran capacidad.  Un manejo de los medios que hasta ahora, había corrido a su favor.  Así fue la campaña, así los procesos de “mejora de imagen”, así es la publicidad que se arraiga en el analfabetismo funcional de las sociedades, en la permanente necesidad que tenemos del trivial entretenimiento, de buscar siempre lo inmediato, lo efímero.

Sin embargo, la realidad, los hechos, son tercos, son persistentes.  Allí están y afectan en donde duelen, en los bolsillos y la capacidad de compra.  Pese a las mejoras prometidas por Macri, la inflación anda rondando cerca del 27 por ciento, la eliminación de los subsidios, “dado que eran populismo”, se ha ejecutado y con ello se reduce notablemente la capacidad de demanda efectiva del mercado interno. 

Para los sectores de mayor poder de consumo, vaya y venga.  Ellos no comprenden que los sistemas de apalancamiento social deben estar en funcionamiento, el apoyo en la educación, en salud, en sistemas de vivienda social. Los sectores de mayor poder económico no lo comprenden en general, repito, dado que ellos si pueden pagar directamente por esos requerimientos. 

Hoy en día es de tener cuidado: es de diferenciar entre ayuda humanitaria de emergencia, reivindicación social y medidas “populistas”.  No todo cabe en este último saco.  Excepto que nuestros prejuicios nos sobrepasen y no deseamos cuestionar en lo más mínimo nuestros lentes mentales, los filtros por medio de los que percibimos la realidad.

No es de perder de vista que el peso argentino no necesitó casi nada para pasar recientemente, de 17 a 25 unidades por dólar. Ha sido el hundimiento de la moneda argentina que se cobra mediante mecanismos esperados e incuestionables: la importación de inflación que golpea más a los sectores asalariados, a los informales, a quienes deben subsistir en los laberintos sinuosos de las economías subterráneas.

En este contexto, emerge una realidad que se recuerda y que se vive.  El macrismo criticó al kirchnerismo de haber violado la libertad de los argentinos al tener un “cepo” en la movilización de los fondos.  Lo que el macrismo está ofreciendo es la restricción de las libertades, de las autonomías, mediante la disminución drástica del poder de compra, en empobrecimiento.

Pesada herencia

Se va desboronando la consigna del macrismo de que Argentina es de todos.  Unos sectores ven protegidos sus bienes y sus activos, mientras otros son los que deben pagar la cuota de los ajustes que se han establecido.

Es cierto, en las condiciones en que se recibió el Ejecutivo en la Casa Rosada, debían de implementarse ajustes.  El problema radica, como generalmente ocurre con este tipo de situaciones, en tres aspectos centrales: (i) cuáles son las fases de los ajustes; (ii) quienes serán los que paguen los costos de los procesos; y (iii) cuales son las compensaciones que implican los mecanismos.  Esos son aspectos de fondo alejados del “glamour” de las revistas de moda, de la prensa rosa, tan preocupadas por temas baladíes, aunque eso sí, muy entretenidos.

Las reacciones que se están generalizando en Argentina se concentran en el sentido de desilusión.  Muchos de los grupos sociales perciben que no hay tales esperanzas de mejora habiendo dejado atrás el gobierno de Cristina Kirchner.  Para muchos el presente y no menos importante, el futuro, viene aparejado con múltiples desasosiegos.  Es el recuerdo vivo de fines de los años noventa: crisis, ajuste, crisis, el acudir al Fondo Monetario Internacional, más ajustes, más crisis.

Ahora el escenario tiene mayores amenazas.  No sólo son los recuerdos.  Allí está más a la mano el caso del “rescate” de Grecia, con todas las frustraciones, las restricciones y los costos sociales que esto implicó para el gobierno de este país europeo.  Esto ocurrió por acudir al Fondo Monetario y a los fondos europeos.  Como se sabe, Macri recientemente hizo una solicitud al FMI por 30,000 millones de dólares.

Se percibe entonces lo que se interpreta como incompetencia del gobierno, la ineptitud para superar la crisis.  Se respira la necesidad de algo: poder contar con una hoja de ruta estratégica que implique un rumbo de contención, cuando no de mejora en las condiciones de inequidad social para los argentinos.

Por otra parte, es de subrayar que los aliados del actual gobierno en Buenos Aires no han cumplido a cabalidad con su parte.  Están con el campeón hasta que pierda.  No hay respuestas en cuanto a aflojar recursos frescos que proporcionen un poco de oxígeno al gobierno.  Los productores de soya no liquidaron parte de las ventas para llevar dólares al país, tal y como lo documenta el investigador Alfredo Serrano. 

Los bancos tampoco contribuyeron a evitar la hemorragia de dólares que coadyuvó de manera substancial al desplome de la moneda.  De manera que la alianza y el apoyo al gobierno, ha ocurrido siempre, que esos sectores de gran poder puedan generar sus propias utilidades. 

Para explicar condicionantes sociales, las decisiones políticas adoptadas, y tratar de calmar los ánimos, ha ocurrido, últimamente, un hecho que no ha pasado desapercibido: ha sido el propio Mauricio Macri quien resulta poniendo el rostro ante los medios.  Esto da base a la percepción de la soledad presidencial.  Se tendría la fragilidad de un equipo de trabajo del cual se carece o se encuentra en condición crítica. Precisamente esto pone de manifiesto algo que en la campaña había cobrado fuerza: que se tenía un equipo calificado para la conducción del país. Lo que contrastaba con el tinte del “autoritarismo populista” dirigido de manera personal por Cristina Fernández.

A partir de esas condiciones, sin un pacto social que le pueda dar piso de manera mínima, los planes de gobernabilidad del régimen de Macri no tienen un sustento favorable.  Se tienden a repetir las condiciones de crisis, ajuste, crisis.  De nuevo el desaliento, mientras la clase política -nueva o tradicional- no muestra el liderazgo a fin generar un pacto social sostenible; al menos un instrumento para ir manejando la coyuntura, sin que ello implique los sacrificios unilaterales de los más vulnerables.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.