Andrés Molano-Rojas* | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Mayo de 2016
Cosa seria
 
Dijo Georges Clemenceau, primer ministro de Francia entre 1917 y 1920 -años cruciales para su país, para Europa y el mundo-, que la guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los militares. Lejos estaba de ser pacifista o antimilitarista.  Pero sabía muy bien que la guerra es sobre todo una cuestión política, y que sin la adecuada orientación política hasta las más contundentes victorias militares pueden convertirse en derrotas.
 
A Colombia habría que decirle algo similar a propósito del derecho internacional.  El derecho internacional es un asunto demasiado serio como para tomarlo a la ligera.  No se pueden tensar sus cuerdas sin correr el riesgo de que, tarde o temprano, alguna de ellas se rompa.
 
Durante los últimos años el país (que durante mucho tiempo hizo alarde de su “respeto irrestricto al derecho internacional”) ha ejecutado operaciones extra-territoriales, apoyó una intervención militar al margen del Consejo de Seguridad, ha despachado una invectiva tras otra contra el más importante tribunal internacional (e incluso puso en tela de juicio la integridad y la honorabilidad de sus jueces), y ha desconocido sobre la marcha reglas de juego sólo porque éstas, según un criterio que no acaba de explicar, no le resultan propicias, invocando a su favor el argumento deleznable de que otros han hecho lo mismo en el pasado.
 
Incluso en un mundo esencialmente westfaliano -es decir, regido por el primado de la soberanía y el interés nacional- la mayor parte de las veces los Estados ajustan su conducta al derecho internacional.  Lo hacen por reciprocidad, por reputación y por temor a represalias futuras. No hacerlo sería tan poco inteligente como aceptar sin discernir todas las normas del derecho internacional en aras de un legalismo tan ciego como contraproducente.  Pero por algo el hecho noticiable suele ser la vulneración del derecho internacional y no su observancia y cumplimiento.
 
De hecho, el derecho internacional es garantía y posibilidad, parapeto y vanguardia de países como Colombia.  Puede que las grandes potencias puedan darse ciertas licencias en materia de derecho internacional, pero cuando lo hacen, saben que han de asumir los costos que ello acarrea.  Costos que suelen ser mayores para Estados menos poderosos.
 
Colombia no puede seguir jugando con el derecho internacional.  En circunstancias normales, eso ya sería preocupante.  Pero teniendo en perspectiva un eventual posconflicto, habiendo solicitado una misión especial de la ONU, intentando construir un modelo de justicia transicional, los riesgos son todavía mayores, y es muy irresponsable tomarse el derecho internacional a la ligera. 
 
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales