Carlos Alfonso Velásquez | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Abril de 2016
Con el Eln sí, pero tal vez no
 
La fase pública de la negociación con el Eln arranca con tres obstáculos interrelacionados que de no superarse se mantendrían como palos atravesados en la rueda de la pacificación del país.
 
El primero son las posturas de arranque de los actores principales. En los jefes del Eln parece haber interés en la solución negociada, pero al mismo tiempo algunos muestran no haber desistido de su proyecto estratégico de "resistencia armada". Las razones son principalmente tres: encapsulamiento ideológico, desconfianza en el compromiso de cumplimiento de lo que se pacte y jefes medios y sectores que alcanzaron su “zona de confort” y se lucran en la “resistencia armada". Por su parte el Gobierno valora las dudas del Eln para avanzar, pero al mismo tiempo parece seguir viendo en esa organización una guerrilla marginal que estando al borde del naufragio solo le queda aceptar los términos de la negociación. Por las razones anteriores se puede entender, entre otros aspectos, porque el Eln mantiene su propuesta de cese bilateral sin haber decidido declarar públicamente la proscripción del secuestro como “arma de lucha”, gesto que inclinaría al Gobierno a tomar decisiones con miras al des escalamiento del conflicto militar con esta guerrilla para ambientar mejor la negociación.
 
El segundo obstáculo está en la vieja aspiración del Eln de lograr que sea la “sociedad civil” un factor decisivo en las negociaciones. Aparte de los tintes utópicos que el asunto tiene, hoy día el problema clave está en la cantidad y calidad de dicha participación. Y en esto la realidad es tozuda, pues se trataría de involucrar actores con poder e influencia reales que vayan más allá del “pequeño mundo” que siempre ha insistido en las negociaciones (izquierda, “movimientos de paz”, “camilistas” etc). Este “mundo” es insuficiente y habría que trascenderlo con otros actores tales como voceros autorizados de los gremios económicos, pero este tipo de actores quizás participarían solo si los invita el Gobierno. ¿Los invitará?
 
El tercer obstáculo está en el planteamiento de "transformaciones para la paz" según la agenda hecha pública. ¿Cuáles son? ¿Abandonó el Gobierno el criterio de que las negociaciones son para terminar la expresión armada del conflicto, luego de lo cual se construye la paz? ¿Dependen esas transformaciones de las deliberaciones con “la sociedad civil”? 
 
Y finalmente está la cuestión de los tiempos. El Eln no parece tener afán pues se trata de pactar con las "élites oligárquicas" que no prestan sus servicios durante períodos delimitados. Para el Gobierno el tiempo para negociar iría hasta noviembre del 2017. Si no, la negociación entra al próximo debate presidencial, lo cual abriría un interrogante sobre su continuidad. ¿Están los actores dispuestos a superar los obstáculos? Durante los 18 meses siguientes lo sabremos.