Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Abril de 2016

EL SEPTIMAZO

Provincianos

CUANDO Santos anunciaba los nombres de dizque los ministros del posconflicto, expresó: “El nuevo gabinete tiene características especiales, aumenta la presencia de las mujeres, tiene un destacado representante de la comunidad afrodescendiente, y tiene personas de todas las regiones del país”.

Pura demagogia; que a uno le den el puesto por ser mujer, clase media o negro, no es mérito ninguno. Menos si se trata de las tres funcionarias de oficio bien educadas y bien nacidas que no representan a las miles de mujeres segregadas, perseguidas, abominadas, rechazadas, abusadas, violentadas, desplazadas. Su condición de mujer no suma ni resta para el posconflicto.

Londoño, Rojas y Arce, son gente común de ciudades intermedias. Tampoco interpretan a la clase media que monta en bus, vive al fiado, suspira por lo que no tiene y aspira a que el posconflicto no le quite lo que con tanto esfuerzo ha logrado.

En cuanto a Murillo, el mismo Santos destacó que lo nombraron por negro; esto es pura discriminación positiva, la que mucho daño hará en el posconflicto.

A Santos no le salen bien los intentos por acercarse al país real; sus esfuerzos parecen fingidos, porque desde la octava no se ve la provincia, ese lugar en donde el pasto pica y las vacas muerden.

En los albores del primer gobierno de Uribe le escuché decir a un delfín ya pasado de moda que el presidente era un provinciano; yo me indigné; pero entonces, Lina Moreno, de quien yo era su Secretaria Privada, me dijo que leyéramos de nuevo a Heidegger, como cuando estudiamos Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

Se refería a un artículo casi olvidado aparecido en 1934 a propósito del ofrecimiento de la Universidad de Berlín y que el filósofo alemán declinó para quedarse en su pequeña Friburgo: ¿Por qué permanecemos en la provincia?

“El hombre de la ciudad piensa que se mezcla con el pueblo tan pronto condesciende a entablar una conversación. Pero el provinciano ni quiere ni necesita esta exagerada amabilidad ciudadana. Lo que ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propio ser y a su independencia”.

“Pero muchos de los procedentes de la gran ciudad se comportan a menudo en el pueblo como si se divirtieran en sus salones de recreo de la gran ciudad”.

El país real ocurre en la provincia, el posconflicto también lo hará; no en este océano de mermelada, tan perfecto, tan de Santos, tan impostado.