Paloma Valencia | El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Marzo de 2016

INDIGNACIÓN OPOSITORA

No más desgobierno

 

LOS colombianos se han acostumbrado a ver a Álvaro Uribe como un hombre fuerte, y por lo tanto la oposición política en el país se ve robusta y poderosa. Olvidan que este hombre, sin poder y desde la oposición, ha logrado construir un nuevo partido político con 39 congresistas y un significativo número de concejales y alcaldes. Un esfuerzo titánico para confrontar un Gobierno que seduce con los dineros de la bonanza petrolera, que dilapidó para construir una sólida estructura de clientelismo político y que tuvo a sueldo todo tipo de personalidades y endulzó medios con la mermelada de la pauta estatal.

 

La fuerza de la oposición no se debe a recursos económicos -de los cuales ha carecido- ni a compromisos de los políticos que otrora acompañaron a Uribe -pues todos lo dejaron-. Se explica por la empatía de muchos colombianos con unas ideas; por la tenacidad en las posturas; por la coherencia y ejemplo; por el recuerdo de las obras de un buen Gobierno. Sobre todo, porque muchos colombianos que aprecian y agradecen a Uribe, han estado dispuestos a seguirlo, aún en las adversidades. Si comparamos lo que tiene el Gobierno y lo que tiene la oposición, una sola frase bastaría: El Gobierno se quedó con el país político y con el presupuesto, y la oposición con el país nacional.

 

Los intereses de los colombianos hace mucho andan por un camino distinto al que transita el Gobierno. Ensimismado con el negociado de La Habana, abandonó los problemas básicos que viven los ciudadanos. Santos no gobierna. Ni propone, ni soluciona. Deja que el caos deshaga lo que se había conseguido, y anuncia, tapándolo todo, que la paz ya viene.

 

El inconformismo ciudadano engorda ante la creciente corrupción; donde siguen muriendo los niños de hambre mientras los aliados de políticos del Gobierno se llenan los bolsillos con los recursos de los comedores infantiles. Mientras suben los impuestos y las empresas se van, dejando en el desempleo a los ciudadanos, el Gobierno insiste en seguir subiendo la tributación para mantener la mermelada que le da gobernabilidad. Mientras, los ministros tienen a sus familiares con contratos en miles de millones, el sistema de salud colapsa y sacan las personas del Sisbén. Mientras venden Isagén, empezó el apagón aunque aún no lo anuncien.

 

Hoy, cuando el Centro Democrático ha decidido acompañar una marcha cívica del 2 de abril, hemos tenido que soportar la usual y desagradable estrategia del Gobierno: estigmatizar. Así como persiguen judicialmente a los uribistas, así como los tratan de nazis, fascistas y guerreristas, así también quieren destruir el ánimo cívico que inspira el movimiento.

 

Tomemos las calles para manifestar los deseos de los colombianos. Para que podamos traspasar la capa de estigmas, persecución y miedo que se ha tomado Colombia, y avancemos con paso firme en la defensa de la libertad y la democracia. Salgamos a la calle para gritar no más, como punto de saciedad frente a lo que no sirve. No más conformismo. Queremos más, aspiramos a más, somos capaces de más. Pidamos un Gobierno que gobierne y que esté del lado de los colombianos. ¡A la calle!