La prensa sin mordaza | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Marzo de 2012

* Democracia e información

* Libre expresión y libertad

 

La reciente cumbre en Rabat sobre El Periodismo en Tiempos de Revolución dejó en claro que la prensa atraviesa por las mismas y recurrentes crisis de las primeras épocas, desde cuando en la imprenta salieron las informaciones que le transmitían al público ocurrencias buenas o malas en el gobierno y la sociedad.

El periodismo en sí mismo sacude la sociedad y contribuye a que surjan nuevos prestigios o se derrumben otros; comienza el ascenso del cuarto poder. Política y periodismo van ligados al sistema democrático. No existe la democracia sin prensa libre, ni prensa libre sin democracia. No se da una interpretación de la realidad, ni un esfuerzo por cambiar la sociedad, por modificar las leyes, por apoyar grandes y justas causas sin un periodismo independiente, sin defender con ardor la verdad, sin desenmascarar viejos mitos, sin denunciar la corrupción. La función del periodismo no se reduce a informar, tiene que ver con la capacidad de otear el horizonte, mantener la cabeza fría y sopesar los hechos en profundidad, para adelantar un análisis que le permita al hombre de la calle entender el mundo en que vive, los peligros que lo acechan, los eventuales conflictos sociales, las crisis económicas. El periodismo es en esencia crítico y eso desata el choque con los distintos gobiernos que aun en la civilizada Inglaterra, lo prefieren complaciente que el somatén de la prensa reveladora de escándalos y debilidades oficiales.

El mundo cambia desde cuando se entiende que no puede prosperar la libre expresión, sin consagrar el derecho a estar informado. Y ese derecho en lo fundamental a partir del siglo XVIII, XIX y XX, está ligado a creación de periódicos independientes que puedan comunicar profesionalmente a la opinión pública lo que pasa en su país y de ser posible en el mundo. La prensa respetable se convierte en notaria y crítica de los gobiernos de turno. El poder de los diarios se mide por su influencia, el acierto de su línea editorial e informativa. El público quiere conocer los hechos diarios y la opinión de los que escriben. Es así como se da la independencia entre la postura editorial de los periódicos y la información veraz y objetiva de los hechos. Ese es el nomos en sus orígenes del periodismo en Occidente. Y la libre competencia entre las publicaciones de prensa se convierte en el gran motor del cambio, así como en el elemento renovador y elocuente para mantener el orden y la estabilidad en las naciones. Tanto en uno y otro caso, unos por ser de avanzada y otras publicaciones por mantener el statu quo, han sido y son objetivo de los violentos de distinto signo político, lo mismo que se convierten en blanco de los terroristas que pretenden amordazar a la prensa. Los periodistas son amenazados por los gobiernos, por los poderosos que desean manipular la opinión, por extremistas, por fanáticos de toda laya, incluso los aficionados que apoyan un equipo y se ofenden cuando las noticias deportivas les son adversas. La familiaridad misma, la exposición del periodista con el público determina que unos lo admiren y los contrarios le sean hostiles. Tanto el gobierno, como la comunidad y los diversos sectores de la sociedad terminan por identificarse con los medios de comunicación, por lo que estos suelen convertirse en el símbolo de una época, de determinado sistema y posturas políticas. Esa relación activa de la prensa con el mundo determina que incluso hoy cuando existen masivos medios de comunicación que están al alcance de los legos, sigan siendo los periódicos blanco de amenazas, ya sea físicas, económicas o de presiones políticas para amordazarlos, incluso con el cheque discreto en el bolsillo. En los países de Europa Oriental que ingresaron tardíamente a la democracia es común que los nuevos ricos del régimen compren un diario, una cadena de televisión o de radio; cambien a sus directores o periodistas incómodos para el gobierno y no faltan los asesinatos.

La otra vía que se ensaya para silenciar los medios es la de la denuncia. Se contratan abogados para acorralar en los estrados judiciales a la prensa independiente, y amenazar a los periodistas. En países como Ecuador o Venezuela se intenta amordazar con relativo éxito a la televisión, la prensa y la radio. La situación es similar en Argentina y Bolivia, donde los choques de los gobiernos con la prensa son parte de la vida cotidiana. La lucha por la libre expresión es de todos los días, la tentación de acallar a la prensa suele agitar la mente de los políticos del globo, partidarios de adormecer la sociedad o manipularla a su antojo.