Sinfonía de Navidad OP.30 | El Nuevo Siglo
Foto cortesía misi Producciones
Jueves, 14 de Diciembre de 2017
Emilio Sanmiguel

Iba a empezar esta crónica del espectáculo 30 años de navidad que se viene presentando en el Teatro de Colsubsidio, con el recuento de las cosas que en justicia habría que reconocerle a María Isabel “Misi” Murillo: que sus producciones son de una calidad excepcional, que hizo del teatro musical algo que forma parte de la oferta cultural de Bogotá, etc. etc. Ah, que en el buen sentido de la palabra es una de las pocas personas en el país, con la capacidad de hacer empresa cultural.

Pero, luego de ver la noche del sábado el letrero en la taquilla de boletería agotada y vivir la experiencia de esa sala absolutamente llena de público, de todas las edades, no solamente de niños, absolutamente atentos a lo que ocurría en el escenario, a lo largo de prácticamente dos horas de espectáculo, es evidente que hay algo más que lo puramente profesional para levantar el telón con un espectáculo impecablemente articulado y producido.

30 años de Navidad es una especie de alto en el camino, para que María Isabel Murillo se permita el lujo de mirar hacia atrás. A hace 30 años cuando se lanzó en la incierta aventura de producir un musical, con partituras de su autoría, porque ella es la compositora fundamental la compañía. Digo incierta porque en el pasado hubo intentos de introducir el Musical en la oferta cultural de la ciudad, pero no lograron sobrevivir esas iniciativas. Sólo Misi lo ha conseguido.

Mira hacia atrás. Sí. Porque el espectáculo incluye fragmentos de musicales de navidad vistos a lo largo de estos 30 años, pero lo interesante es que no se trata de una mirada de nostalgia sobre caminos ya recorridos, en materia musical, de producción o de vestuarios -lo cual de hecho ocurre- pues lo hace desde una óptica de afirmación, quiero decir, que si bien es cierto hay una evolución de todo tipo, también lo es que son treinta años de una manera coherente desde todo punto de vista de entender su trabajo. Es decir, la afirmación de que, en lo fundamental, esa línea es la que ha construido una trayectoria que ha establecido esa conexión con el público que le permite colgar en la taquilla el Boletería agotada

Pero no se queda en la nostalgia de los atavismos. Porque se instala en el presente y mira hacia adelante. No creo que el público haya pasado por alto que esto que está presentando en el Colsubsidio sí, es mágico, está esplendorosamente producido, tiene también mucho de manifiesto. La obra asume una posición ante la realidad y no es gratuito que la palabra Paz y el espíritu de convivencia fraternal recorran el espectáculo, casi  a la manera de un Leimotiv. No en un sentido retórico y menos aún como un lugar común de esos que se ajustan a la perfección en los espectáculos de la Navidad. No. Aquí hay algo más que es de fondo, es un mensaje que seguramente permea al público sutilmente, engarzado entre la música y a través de las imponentes imágenes del escenario.

Claro, las cosas no son tan subjetivas a la hora de la verdad. En primer lugar la obra, porque es una obra integral y no una sucesión de números musicales, está concebida con sentido musical, como si de una monumental sinfonía se tratara, con los necesarios momentos de espectacularidad y los inminentes fragmentos de recogimiento, Allegro, Adagio, Scherzo y gran final, en cada una de las dos partes.

Cortesía

La instalación de la Orquesta Nueva Filarmonía en el centro de la escenografía es todo un acierto, al fin y al cabo ratifica que la música es la gran protagonista. Buen trabajo del director Ricardo Jaramillo con una agrupación que muestra esa flexibilidad que es básica y necesaria en estos espectáculos. Buenos músicos: Samuel Jiménez, que puede ser el más talentoso violinista joven del país, al frente de los violines II, entre ellos.

Ahora bien, es evidente que tras bambalinas está todo el profesionalismo posible. Al fin y al cabo son prácticamente dos horas de espectáculo, es decir, de movimiento coreográfico que marcha en escena con precisión de relojería y transmite una sincera alegría. La luminotecnia es de sobrada profesionalidad, ya lo dije, el concepto y realización de la escenografía tiene ese auténtico sello internacional que demanda el género.

Y termino con lo puramente subjetivo: porque si los niños lo disfrutan, no nos quedamos atrás los adultos, que por un par de horas se nos permite volver a disfrutar de todo lo bueno que tiene la infancia.

¡Brava Misi! ¡Así se hace!