Religión y política (II) | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Diciembre de 2017

Hoy en día, cuando la ética brilla por su ausencia en la sociedad colombiana, en la política, la justicia y negocios, para lo cual basta leer la prensa diaria, no sobra recordar en esta época navideña en donde se encuentran sus orígenes, y no solo en la sociedad occidental. Algunos critican a quienes profesan un credo religioso y mencionan sus ideas éticas en sus discursos políticos. Inclusive, se ha dicho que no se puede pertenecer al partido liberal “y creer en la verdad revelada de una secta religiosa” (Antonio Caballero, Semana 23-9-2017 criticando a Vivian Morales).

La gran mayoría de los colombianos somos católicos, hay también algunos que pertenecen a otras denominaciones cristianas. Los judíos comparten con nosotros las bases del antiguo testamento. Igualmente los musulmanes. Por eso las tres religiones se denominan las religiones del libro y sus seguidores somos, como decía alguien, hijos de Abraham. Estas tres religiones comprenden más de la mitad de la población mundial y son inspiradas por principios comunes, a su vez, base de la ética de los países donde su profesión es mayoritaria. La pugnacidad entre musulmanes y judíos no es religiosa, es, esencialmente política, territorial. Hoy en día hay muchos ateos, pero el que estos no crean en la existencia de un Dios, no impide ver la influencia de los principios religiosos en las instituciones y, tengo la seguridad, sin entrar en una discusión del llamado Derecho Natural, de que muchas de las reglas éticas de los ateos tienen una fuente religiosa.

Actualmente no se debe tratar de imponer determinadas creencias religiosas como tales, es decir, no se debe atacar a un político por ser católico, protestante, judío o musulmán, sino porque no encontremos razonables algunas de sus ideas, cualquiera sea su origen. Por ejemplo, muchos están en desacuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo, no por pertenecer a una religión determinada, sino por creer que lo natural es que esta institución sea entre un hombre y una mujer, con el fin primordial de procrear. Otros no comparten esta opinión por diferentes razones como por ejemplo que el amor entre dos seres humanos justifica el mismo reconocimiento legal. No debe mezclarse la religión en esta disputa. Hoy en día ser ateo no es ser progresista, es, simplemente ser ateo. Ser creyente no es ser retrógrado, es solo ser creyente.

Las disputas con fondo religioso conducen fácilmente al sectarismo pues se pone a Dios de por medio. Ejemplo contemporáneo el llamado ejército islámico que tantas muertes ha causado en el medio oriente, igualmente las controversias entre musulmanes chiitas y sunitas. Disputas felizmente superadas en occidente, aunque recordemos la época de las guerras de religión del siglo XVI. En algunos países europeos en un momento determinado se perseguía a los católicos (quema de estos por Calvino, persecuciones de Enrique VIII en Inglaterra), en otros la persecución era contra a los protestantes (noche de San Bartolomé en París). Era la época de las guerras de religión, época felizmente superada. No volvamos al pasado.