Pulso incierto en Chile | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Diciembre de 2017

·      Derecha e izquierda tras la Presidencia

·      Piñera, carta de desarrollo en democracia

 

 

Mañana se decide la suerte de la democracia chilena. Se confrontan dos tendencias políticas claramente diferenciadas. El expresidente Sebastián Piñera representa el cambio en democracia, ofrece la confianza de haberse desempeñado como un gobernante capaz y que en medio de enormes dificultades hizo crecer en orden a la nación austral. Supo enfrentar en su primer mandato los grandes desafíos con cabeza fría, aplicando iniciativas modernas y audaces que facilitaron el crecimiento económico y el entendimiento entre los chilenos.

A su turno, el candidato socialista Alejandro Guillier capitanea la agrupación de diversas tendencias de izquierda, unidas todas por la voluntad política que distinguió a Michelle Bachelet de impedir el cambio y mantener sus beneficios en los sindicatos del país, así como en la burocracia oficial. Para sus contradictores, su propuesta es una suerte de salto al vacío.

Como se recuerda, en la primera vuelta electoral las encuestas favorecían a Piñera, que ganaba en los distintos escenarios, lo mismo que cara al balotaje definitivo. Pero las cosas han cambiado en las últimas semanas, puesto que Guillier ha conseguido mantener su ascenso sorpresivo e incluso separarse un tanto del gobierno actual y del desprestigio que rodea a la Presidenta. Es claro que se beneficia de un buen manejo mediático, dada su experiencia como presentador en la pantalla chica. Utiliza un lenguaje llano que le permite conectar fácilmente. La incógnita inicial sobre la negativa del Frente Amplio de apoyarlo se despejó a su favor, lo que refuerza sus posibilidades mañana, puesto que esa agrupación alcanzó un poco más del 20 por ciento de los votos en la primera vuelta.

No hay que olvidar que en Chile los partidos políticos son disciplinados y obedecen de forma más clara a un programa político. Por lo mismo resulta contradictorio que el candidato izquierdista, que es de la misma chapa del gobierno actual que se hunde en los pobres resultados económicos y la carencia de iniciativa política, se vea forzado a defender la estabilidad burocrática de sus agentes. Igual ha conseguido atraer el voto de los jóvenes que protestaban hace un par de años en defensa de la universidad estatal, pese a que con ese modelo político no tienen muchas esperanzas de mejores oportunidades para cambiar el modelo de educación superior.

Hay quienes ven en las elecciones en Chile alguna similitud con las francesas que llevaron a Macron al poder, pero con la diferencia que este salió del cubilete mágico de Hollande con la imagen de un hombre nuevo del sector privado, pese a que estuvo ligado a su gobierno y la banca. Guillier, por el contrario, no genera semejantes expectativas y no se presenta como un títere de la Presidenta, pues representa más el afán de la izquierda de mantenerse en el poder, lo que ha sido el factor que en última instancia, según los expertos, lo hace crecer en la intención de voto.

Mientas que las encuestas anteriores a la primera vuelta le daban el triunfo a Piñera, de cara a la segunda  prima la incertidumbre y nadie confía del todo en la futurología estadística. Más bien se considera que por ser el programa del candidato de la derecha tan sólido y ofrecer una seria oportunidad de devolver el crecimiento a Chile, será el voto reflexivo el que le finalmente le dará la oportunidad de volver a gobernar a su país. Pero el temor aquí es el riesgo de que la abstención continúe siendo muy alta y que los indecisos no se muevan sobre la hora de las urnas. Este voto le daría el triunfo a Piñera que representa una oportunidad probada de progreso y desarrollo. También lo favorece que tiene una política que se sustenta en varios polos de desarrollo, en especial la modernización de las ciudades y un plan ambicioso de obras públicas.

Quizá el excesivo triunfalismo de la primera vuelta hizo que algunos de sus simpatizantes del centro y la derecha no votaran pensando que su sufragio no era decisivo. Pero ahora la situación es distinta. Aunque el mensaje moderado y esperanzador del candidato de centro derecha evita la confrontación verbal, elude, curiosamente, explicar lo que significaría un triunfo de su contrincante y el riesgo de sumir al país en el despeñadero de la frustración y la quiebra económicas.

Está claro, entonces, que mañana Chile no se juega sólo un relevo presidencial sino un cambio de modelo político y económico. Apostar por la experiencia y la modernización, o seguir por la misma ruta de los últimos cuatro años, aquella que afectó el liderazgo productivo de la nación austral. Las urnas tendrán, entonces, la última palabra.

 

 

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