Posicionamiento de Rusia | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 2 de Diciembre de 2017
Giovanni Reyes

Nos vamos acostumbrando a las noticias de lacerantes con su cauda cotidiana de tragedias. Y ahora, con las noticias de moda, de “farándula”,  de la monarquía británica, exacerbando las superficialidades, se tiene un escenario de entretenimiento, mientras los procesos de fondo van fraguando su gran calado.  Luego nos decimos que “de pronto” ocurrieron los hechos.  No es así.  En la vida las dinámicas tienden a ser más estructurales, aunque sus desenlaces sean “de pronto”.  Lo que en realidad están operando son elementos detonantes que en un determinado momento cobran presencia.

Entre todo el bullicio, resalta que Trump prosigue con medidas de aislamiento en Estados Unidos.  Se demuestra que por lo general, los países más desarrollados no compiten donde pierden.  Ante el empuje competitivo de México, Trump tiende a posicionar en algo como el ostracismo, a su propio país. 

Además de ello, y en medio de los desaciertos, el mandatario amenaza con lanzar a un abismo insondable, tanto el déficit del gobierno estadounidense, como el déficit comercial del país y de paso, nada menos que la deuda externa de Estados Unidos, la que bordea los 19.8 trillones de dólares (millones de millones).  Todo ello con su “propuesta” de recortar los impuestos a los super-ricos, pasando de 34 por ciento a 21 por ciento.  En verdad es inaudito; ver para creer.

Mientras el drama previsto continúa en Washington, Vladimir Putin prosigue con su avanzada estratégica en Medio Oriente.  Es el posicionamiento del Kremlin en una región por demás estratégica en el mundo.  Hay varias evidencias al respecto producto de los últimos meses.

La primera, Putin ignora a Estados Unidos y a Europa y llega a un acuerdo de contención del conflicto –relativo, como todo lo que puede ocurrir de pacificación en la convulsionada Siria.  En ello involucra a Irán, a representantes de Iraq, a delegados de Siria y al presidente de Turquía.  Posiciona a Rusia en un corredor estratégico mundial.  Algo geopolíticamente más que envidiable.

Lo segundo, amortigua la presencia de Arabia Saudita, que con su gobierno hereditario ve limitada su capacidad.  Los saudíes por su parte centran su posición en el juego económico del petróleo y en la Alianza con Estados Unidos.  Ven con desconfianza a los chiitas de Irán, pero confían en un clima que al menos brinde estabilidad, para que la región no se desborde con el polvorín que contiene.

Lo tercero, Rusia da un tratamiento cuidadoso a Trump y a Europa, mientras gana tiempo en el Medio Oriente, en las repúblicas ex-soviéticas aledañas a la región y fortalece un posicionamiento clave en Ucrania.  No hay duda, mientras Trump y otros líderes vociferan o se enredan en problemas más bien cotidianos -Merkel en Alemania sería un caso- Putin establece un juego de posicionamientos, algo típico del ajedrez, en particular en la fase de juego medio.

 

Tipos de Estado

En todo eso, los yihadistas y los rusos como actores -entre los varios que existen- en Medio Oriente, juegan con los tipos de estado que tienen frente a ellos.  Para una caracterización de los mismos es muy útil la lectura de Max Weber (1864 - 1920) y de Robert Cooper (1968 - ).

Weber expone dos categorías de Estado: el pre-moderno y el moderno.  El primero de los mencionados más basado en la tradición, en la religión, las costumbres y en el liderazgo carismático.  Allí cobra notoriedad el caudillo, la tergiversación y aprovechamiento personal y de las “buenas familias” de los recursos del estado.  Fueron los estados pre-modernos los que privatizando empresas públicas, pasaron monopolios naturales de lo social a lo privado.  De esa manera surgieron multimillonarios “muy competitivos”, tal el caso de Carlos Slim en México.

En los Estados pre-modernos se tiene el patrimonialismo.  En general se ve al gobierno como un botín del que es necesario tomar ventaja.  Eso contrasta con los Estados modernos, surgidos de la Ilustración, del Siglo de las Luces, del Siglo XVIII con la Revolución Francesa.  En este caso la observancia es más bien en función de la razón, de las leyes y de la legitimidad política y social.

Cooper concibe los Estados post-modernos.  En ellos se cede soberanía, se tiende a unir esfuerzos con otros países ya sea en la eficiencia y competitividad económica -teoría de la integración de Bela Balassa (1928-1991) por ejemplo- en lo social, buscando la cohesión de los grupos y su identidad, a la vez que se fortalece la condición de legitimidad política y eficacia económica y productiva. 

Esto opera buscando la funcionalidad en un mundo multipolar donde la tecnología tiene un papel importante, y donde existen soluciones que implican cooperación internacional.  Por ejemplo el caso del calentamiento global, que pone en riesgo a nuestra civilización, más que al planeta.  Ciertamente, el planeta tiene unos 4,000 millones de años de existencia.  Puede seguir sin nosotros, pero a la inversa la lógica no impera excepto para los que duermen sin percatarse que “el dinosaurio continúa allí”.

Putin y los yihahistas no pierden de vista, para sus estrategias, el poder de la religión.  En ello se incluye desde luego, particulares, por no decir sectarias interpretaciones religiosas, que intentan ser la base para que grupos específicos actúen imponiendo su propia visión del mundo y la sociedad.  Lo más visible en la prensa de estos días son los colectivos del extremismo musulmán.  Pero no son los únicos ni serán con seguridad las últimas agrupaciones para las cuales creencias religiosas sean el eje de cohesión.

El denominado Estado Islámico –con la formación añorada de un Califato- actúa con la simplificación y el enraizamiento de las creencias religiosas.  Entre otros rasgos, sus integrantes no tienen miedo a la muerte, a entregar su vida hacia una aspiración ya no humana, sino sagrada, percibida como trascendental. 

Es cierto que la religión, las religiones en general, pueden brindar bases para el comportamiento ético y social.  No matar es uno de esos fundamentos.  Es evidente que esos componentes han sido útiles en el desarrollo social y político.  Pero también es innegable que la religión ha servido de justificación, no pocas veces, para ejecutar masivos actos sangrientos que fueron auténticas mareas de sangre, sin descensos.  Claro que es importante el estado laico, de  nuevo aquí la ventaja la lleva Putin, aunque este líder no desdeña aspectos religiosos que bien pueden fundamentar una cohesiva posición ideológica y social.

Entre tanto, mientras Trump juega a aislarse, Rusia y China van llenando el vacío.  Los seguidores de Trump no se han enterado. Ni les importa. Un importante segmento de la humanidad puede vivir en la cómoda ignorancia del día a día. Menos preocupaciones, menos compromiso, eso tiene de bueno el anafabetismo funcional. Lástima que la lógica de la vida sea inexorable y que traiga siempre, sus consecuencias más irremediables.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Universidad del Rosario.

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