El revanchismo de izquierda | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Diciembre de 2017
  • Morales violenta la Constitución
  • Maduro busca chivos expiatorios

 

El fin de la guerra de guerrillas que por medio siglo amparó abierta o solapadamente Fidel Castro en Suramérica, al justificar todos los medios de lucha para llegar al poder, apenas tiene unos reductos  excepcionales en Colombia y Perú. En el resto de regiones la lucha política se concentra ahora en lo electoral, lo jurídico, el populismo y la demagogia para conseguir el apoyo de las masas. Por ejemplo,  Evo Morales, en Bolivia, quien se formó en la ‘escuela’ del socialismo de Hugo Chávez, se vale de todos los trucos y utiliza el dinero oficial a manos llenas para sobornar la opinión, con miras a eternizarse en el poder. Le importa poco que su gestión no satisfaga las expectativas de la mayoría de sus compatriotas que, además, en el referéndum de 2016 votaron en contra de una nueva reelección suya.

Sin embargo, mediante engaños y acuerdos políticos a espaldas del pueblo, el mandatario intenta de nuevo burlarse del estado de derecho y las reglas de juego de la democracia, al conseguir del Tribunal Constitucional  Plurinacional (TCP) que los magistrados violen la Carta Política y, en contra de la voluntad popular,  permitan que el gobernante concurra a otra elección, muy posiblemente fraudulenta.

Al perder popularidad y desacreditarse el llamado “Socialismo del siglo XXI” en nuestra región, sus dirigentes se valen del engaño y de la fuerza para seguir en el poder. No solo es el caso de Morales. También el proceder de Ortega en Nicaragua, de Maduro en Venezuela y el que pensaban establecer en Brasil pero que la reacción a tiempo de las masas en las calles, en protesta por la corrupción, consiguió derrotar, en tanto el Congreso no se dejó sobornar y destituyó a Dilma Rousseff.

En varios países del Caribe y Centroamérica, en los cuales después de décadas de guerra se alcanzó la paz, hubo luego elecciones en las que la antigua vanguardia de la subversión, con dineros mal habidos y apoyo internacional, consiguió llegar al poder. Sus líderes  se disfrazaron de idealistas demócratas que decían haber empuñado las armas para defender las necesidades de los pueblos de las oligarquías locales y del “imperio”, cuando en realidad lo que hicieron fue montar grandes negocios de comercio de armas y productos ilegales, viviendo de la extorsión y la ayuda internacional.

Por lo general, como en la Cuba de Batista, los revolucionarios se valen de la corrupción del régimen saliente para capturar el poder. Pero no hay que olvidar que Fidel Castro prometió convertir a Cuba en una potencia, pero solo llevó al país al desastre y la miseria generalizada. La nación caribeña apenas se mantuvo a flote por la ayuda de la Unión Soviética primero y, después, por la chequera de Hugo Chávez.

En Venezuela, las cosas se dan al revés: el entonces coronel Chávez fracasó en un intento de golpe de estado y aunque fue detenido le permitieron hablar por televisión. Su aparición en pantalla, diciendo que se rendía por ahora, lo dispara en popularidad. De allí que después de ser liberado por Rafael Caldera, se lanzó a la política y consiguió derrotar a todos los partidos desgastados con el solo anuncio de que estaba dispuesto a sacar del poder a los corruptos. Para entonces Venezuela era una verdadera potencia económica, con las más altas reservas petroleras del mundo, crédito abierto en la banca internacional y capacidad para impulsar un desarrollo significativo del país. Esa inmensa riqueza se convirtió en la caja menor de la revolución chavista, que giró a diestra y siniestra divisas y centenares de millones de dólares para fomentar el caos en otros países. Así como regalaba mercados a los más hambrientos de su país, perseguía a los industriales, comerciantes y hombres de empresa. Enfiló baterías contra la clase media y la empobreció.

Tras muchos años de régimen chavista, Venezuela pasó de ser la potencia de la región a tener un nivel económico y social similar al de Haití, donde la hambruna se generaliza y los pobres no tienen techo ni medicamentos. Como si ello fuera poco, el chavismo se enquistó en el poder acudiendo a toda clase de maniobras ilícitas y se persigue a la oposición sin cuartel. Todo mientras millones de venezolanos emigran al exterior en busca de libertad y mejores oportunidades. Así, con la mayor inflación mundial, la patria de Bolívar se hunde y el gobierno de Maduro no tiene otra alternativa para calmar a la oposición y el descontento que ordenar, cual chivos expiatorios, la prisión de dos de los ejecutivos petroleros  más poderosos de la era de Chávez, aquella que nadó en millones y millones de petrodólares desperdiciados o esquilmados. Esa misma Venezuela quebrada en la que ahora un desprestigiado y dictatorial Maduro anuncia que buscará otra reelección, en una prueba más del revanchismo de izquierda para no dejarse sacar del poder.