Caudillismo a la orden del día | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Diciembre de 2017
  • El triunfo del voto preferente
  • Dispersión ideológica como formulación política

 

LAS dificultades por las que atraviesa el régimen electoral colombiano quedaron patentadas en la inscripción de las listas al Congreso. No existe en la mayoría de expresiones partidistas una coherencia ideológica por cuanto dentro de las posibilidades del voto preferente hay diversos criterios, incluso contradictorios, sobre las ideas que encarnan los partidos. Es a todas luces evidente que, como nunca, se privilegió el personalismo sobre la consistencia partidista.

De hecho, ninguna colectividad tuvo la capacidad de poner de antemano el catálogo ideológico al escrutinio de los electores, sino que los candidatos fueron llegando, uno a uno, a inscribirse ante las autoridades competentes. No se dio a la luz pública algún documento con los elementos sustanciales a defender en la próxima legislatura y durante la campaña electoral, sino que eso se dejó al criterio personalista de cada candidato.

Frente a ello, al menos a los partidos y a los candidatos por firmas debería exigírseles, por anticipado, la suscripción de un documento con los criterios ideológicos básicos y el programa a llevar a cabo como bancada parlamentaria. De suyo, el voto programático es esencial a todas las funciones públicas constitucionales, pero de ello están exentos los senadores, representantes, diputados y concejales. No así para gobernadores y alcaldes. En todo caso no sería para nada un despropósito exigir constitucionalmente un decálogo para evitar, en algo, el vaivén parlamentario.

El gran triunfante de las inscripciones ocurridas esta semana fue, a no dudarlo, el voto preferente. Como cada partido puede escoger el sistema electoral que más se ajuste a sus intereses, sin una plataforma precisa, el país terminó abocado al desamparo de las listas únicas y cerradas.

El voto preferente tiene, por supuesto, la tendencia a la antropofagia electoral entre los miembros de una misma lista. Es decir que más que competir hacia afuera se induce a que la competencia sea hacia adentro, entre los propios asociados en las colectividades. Y es ahí, precisamente, donde las elecciones se vuelven un baúl de anzuelos y se convierten en episodios costosísimos, donde en muchos casos campea la compraventa de votos.

Por lo demás, todo el mundo pareció sentirse cómodo con la circunscripción nacional para Senado, que es donde nace buena parte de los males del sistema electoral colombiano. Como todo el mundo puede pescar votos en los diferentes departamentos del país, así se hará sin que ello signifique, en muchos casos, convicciones ideológicas, sino simplemente la participación en el menudeo electoral. Es por eso que muchos senadores tendrán cámaras en diferentes partes del país o, en el peor de los casos, líderes dispersos con muy poca aglutinación en los propósitos nacionales.

En ese sentido, pues, lo que se dará será una exposición de caudillaje. Y en esa dirección no es extraño, claro está, que los partidos políticos tengan una muy baja exposición en las encuestas.  

En ese escenario, el interés mayor será en quién consiga la mayor cantidad de votos posibles, como persona. Se da por descontado que las apuestas sobre cuántos votos sacará el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, en su nueva aspiración senatorial, preponderarán en los próximos tres meses. Sin duda se confirmará como el gran elector de su partido, el Centro Democrático, y en esas circunstancias del resultado que logre se derivará el número de curules para los demás copartícipes en la lista. En ese sentido se presenta la paradoja de que la gente tendrá que meditar muy bien si vota por Uribe o por otros de sus correligionarios, puesto que se necesita el más mínimo voto para mejorar la exposición frente a la cifra repartidora, pero del mismo modo los demás candidatos tendrán que hacer su propio esfuerzo para situarse de la mejor manera en la repartición de las curules.

Igual pasará, en una menor proporción, con la lista encabezada por Antanas Mockus en el Partido Verde y por Jorge Enrique Robledo, en el Polo Democrático.  Las votaciones en los demás partidos tienden a ser más equilibradas y no responden, entonces, a esa irrigación proveniente de la cabeza de lista, con voto preferente.

Como se escogió, unánimemente y por los diferentes partidos esa ruta, en el próximo Congreso tendrá necesariamente que preponderar el liderazgo unitario. Siendo así, el caudillismo está a la orden del día, así la retórica diga lo contrario.

 

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