Acto de 1995: base del anuncio sobre Jerusalén | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 9 de Diciembre de 2017
Redacción internacional con AFP
En medio de las negociaciones de paz que adelantaba Bill Clinton con palestinos e israelíes, el Congreso norteamericano, en 1995, aprobó el “Acto de la Embajada de Jerusalén”, una ley que le pedía al ejecutivo declarar a Jerusalén como capital de Israel y trasladar la embajada de Estados Unidos a ese país. Veintidós años después, Trump activa esta ley, que ensombrece las posibilidades de paz en esa región de Medio Oriente

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QUIZÁ es el conflicto más complejo en el plano internacional. Incluso, algunos dicen que es irresoluble  Por eso, durante dos décadas, cada seis meses, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama prefirieron mantener el silencio y no activar el Acto de la Embajada de Jerusalén, de 1995.

En cumplimiento de una promesa de campaña,  el miércoles Donald Trump rompió ese silencio y declaró unilateralmente que Jerusalén, la ciudad más importante para las tres religiones monoteístas del mundo (cristianos, musulmanes y judíos), es la capital de Israel y será la sede de la embajada de Estados Unidos.

Para la mayoría, esta decisión daña considerablemente los esfuerzos de la comunidad internacional -incluyendo Estados Unidos- para lograr un acuerdo de paz entre Israel y Palestina, ya que Jerusalén, tierra de todos y tierra de nadie, representa el centro de las diferencias entre ambos.

En 1967, después de la guerra, Israel anexó la parte oriental de Jerusalén y declaró la ciudad como  su capital “eterna e indevisa”. Los palestinos y los países árabes -tampoco la comunidad internacional-  reconocieron esta adhesión, calificándola de perjudicial para sus intereses.

Más que promesa

A diferencia de sus antecesores, Donald Trump tomó esta decisión casi un año después de convertirse en presidente de Estados Unidos. Dijo, fiel a su estilo retador y contunde, que simplemente estaba cumpliendo una orden del Congreso, en referencia al Acto de 1995.

Las razones por las cuales hizo esta declaración son varias. No es simplemente el cumplimiento de una promesa de campaña o el pago de un favor con la comunidad judía que lo rodea. Estas explicaciones y otras más, como la reorganización del diálogo de paz entre palestinos e Israel, hacen parte de los motivos que el presidente de Estados Unidos posiblemente tuvo en la baraja.

Hace unos meses, en un reportaje sobre la financiación de la campaña presidencial de Trump, el portal Político escribió que Sheldon Adelson, judío magnate de los casinos de Las Vegas, se había molestado por el incumplimiento del Presidente de trasladar la embajada y declarar unilateralmente. Adelson, en 2016, supuestamente había donado 25 millones dólares a la campaña.

La comunidad judía alrededor de Trump es grande y poderosa. Aparte de multimillonarios como Adelson, en su equipo de gobierno está Jason Greenblatt, uno de sus hombre más cercanos y su yerno, Jared Kushner, encargado de liderar los diálogos de paz entre palestinos e israelíes.

En un repaso por las declaraciones de Trump los últimos años, se encuentra que siempre ha sido partidario del traslado de le embajada. Durante la campaña presidencial de 2012, en la que Obama se enfrentaba a Mitt Romney, Trump elogió las palabras del candidato republicano cuando dijo “Jerusalén es la capital de Israel”.

Antes de ser elegido presidente,  Trump le contó a CNN, en 2016, que movería la embajada, como había dicho en la campaña. Pero lo importante de su declaración fue que hizo énfasis en que  este proceso sería ejecutado “bastante rápido”. Sin vacilar.

Este tipo de procesos suelen ser lentos. En 2008, se anunció que la embajada de Estados Unidos cambiaría de lugar en Londres. Nueva años después, no se ha movido ni un tapete, según la revista Time.

Rabin y el Acto de 1995

“No estamos de acuerdo en los medios y el objetivo. En Israel, todos estamos de acuerdo en un tema: la totalidad de Jerusalén, la continuación de su existencia como capital del Estado de Israel”, dijo Yitzhak Rabin, exprimer ministro de Israel, días antes de que un ortodoxo judío de ultraderecha lo asesinara (1995).

En Washington, acompañado de republicanos y demócratas, Rabin, un socialista judío que en ese entonces adelantaba un diálogo con Yasir Arafat, dejó claro cuál era la posición del gobierno de Israel. Jerusalén es el corazón del pueblo judío y una fuente profunda de nuestro orgullo", dijo, celebrando los 3.000 años de existencia de la ciudad.

Un día antes, Rabin y su comitiva habían recibido con satisfacción el anuncio por parte del Congreso de Estados Unidos al que hoy Donald Trump hace referencia para legitimar su declaración.

Conocida como la “Ley de la Embajada de Jerusalén”, la Cámara y el Senado aprobaron esta ley que reconocía formalmente a la ciudad como la capital del país y exigía el traslado de la embajada desde Tel Aviv a Jerusalén, proceso que debía hacerse en 1999. Nunca comenzó.

En el Congreso el apoyo  fue abrumador. Según The Washington Post,  en el Senado 93, de 98 senadores, votaron a favor de esta ley. La misma tendencia ocurrió en la Cámara, demostrando la importancia que tenía para el legislativo norteamericano.

En el ejecutivo, sin embargo, la ley no gozó del mismo apoyo. Bill Clinton, el entonces presidente, dijo que esta ley podría “obstaculizar el proceso de paz, no dejaré que esto suceda y utilizaré la autoridad de exención de la legislación para evitar daños al proceso de paz ".

Se refería al proceso de paz entre palestinos e israelíes firmado entre 1993 y 1995 que dio lugar a  los Acuerdos de Oslo, reconociendo la autonomía de la autoridad Palestina. De acuerdo a medios norteamericanos, el apoyo que Rabin le dio estos diálogos fue el motivo por el cual lo asesinaron.

Efectos de la declaración

El manejo de los anteriores gobiernos de Estados Unidos sobre Jerusalén es visto por Trump como blandengue, superfluo y poco conveniente para los intereses geopolíticos de Washington. Los efectos de esta decisión unilateral, criticada por los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, pueden ser adversos para la paz regional.

El estatus de Jerusalén es la base central de cualquier acuerdo entre israelís y palestinos. Sin condiciones relativamente similares, las partes, en este caso los palestinos, difícilmente se van a sentar a negociar, como lo han dicho numerosos expertos.

Previo al anuncio del miércoles, líderes palestinos habían asegurado que cualquier cambio sobre el estatus de Jerusalén derivaría en el fin del moribundo proceso de paz.  Cuatro días después, nada ha pasado. Aunque las escenas de violencias en Cisjordania y la Franja de Gaza demuestran que la relativa calma que había en la región se quebró.

Algunos analistas dicen que Trump intenta reorganizar los diálogos dejando a Palestina a un lado y busca que las naciones árabes estén al mismo nivel de Israel para que negocien. Esta tesis, no obstante, no tiene tanto sentido, pues se está sacando al principal actor del escenario.

 

¿Tercera intifada?

Hace treinta años, el 9 de diciembre de 1987, estallaba la primera intifada, la sublevación popular palestina que durante seis años incendió los territorios palestinos ocupados, antes de que se llegara al reconocimiento mutuo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Tras el reconocimiento por Donald Trump de Jerusalén como capital de Israel, se han lanzado nuevos llamados a otra intifada.

El 8 de diciembre 1987, un camión conducido por un israelí choca contra dos vehículos repletos de obreros palestinos cerca del campo de refugiados de Jabaliya, en la Franja de Gaza. Mueren cuatro palestinos, y hay numerosos heridos.

Al día siguiente, los funerales de las víctimas desembocan en violentos enfrentamientos entre el ejército y los manifestantes. Los ocho campos de refugiados de la Franja de Gaza entran en ebullición.

Es el inicio de la intifada, la "revuelta de la piedras", que se extiende como un reguero de pólvora por todos los territorios ocupados.

Algunos políticos israelíes ya habían lanzado advertencias sobre la situación en los territorios ocupados, entre ellos en 1986 el exministro de Exteriores, Abba Eban, que alertó sobre la situación de los palestinos "sometidos a castigos y opresión".

Las calles sirven de campo de batalla a los miles de "shabab" --jóvenes de 10 a 25 años-- que pelean a golpe de piedras.

El gobierno israelí se apresura a acusar a Siria, Irán y la OLP de estar en el origen de estos disturbios.

Pero la intifada es en realidad un movimiento que expresa la frustración de los palestinos tras 21 años de ocupación. La sublevación causó sorpresa incluso en la dirección de la OLP, basada en Túnez.

En seis años, 1.258 palestinos murieron a manos de militares o colonos israelíes, según un balance basado en fuentes palestinas. La mayoría de las víctimas --una cuarta parte de ellas tenían menos de 16 años-- murieron durante las dispersiones de las manifestaciones.

Unos 150 israelíes murieron, la mayoría hacia el final de la intifada tras un endurecimiento de la revuelta con el impulso procedente de organizaciones como el Hamas, que acababa de ser creado, o la Yihad islámica.

"Entre 120.000 y 140.000 palestinos pasaron por nuestras prisiones" durante la intifada, indicaba en 1994 Yitzhak Rabin, que sería asesinado un año más tarde por un extremista judío opuesto al proceso de paz.

El 28 de septiembre de 2000, una controvertida visita del jefe de la derecha israelí Ariel Sharon a la explanada de las Mezquitas en Jerusalén Este provocaría la segunda intifada.

El ejército israelí vuelve a ocupar las principales ciudades antónimas de Cisjordania, y luego lanzará en 2002 una amplia ofensiva.

En 2005, el ejército israelí retira a su último soldado de la Franja de Gaza en el marco de un plan de retirada unilateral. /