Nuestro Nobel Santos | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Diciembre de 2016

Pomposa, elegante y emocionante fue la ceremonia de entrega del premio Nobel de La Paz al Presidente Juan Manuel Santos. Me habría gustado ver además de sus amigos, funcionarios y familiares a más trabajadores por la paz de Colombia en su comitiva. Eso no quiere decir que no sea el primero en estar de acuerdo que los familiares acompañen a su pariente en tan destacado e importante evento, pero creo que para el bien de la paz hubiera sido importante una comitiva que mostrara más política de Estado que de gobierno. Más grandeza y menos sectarismo.

Más cuando el camino no ha terminado y lo que continúa, además de ser aún más difícil, requiere de toda la determinación política del país para ser implementado. De ahí la enorme importancia que asistieran más personas representativas de todas las fuerzas políticas y económicas que puedan ayudar a garantizar que la paz no se quede en solo unas letras, en unos acuerdos, sino en una verdadera reconciliación nacional.

Y este caso cuando hablamos de paz, estamos en realidad hablando es de la terminación del conflicto armado con las Farc, porque la verdadera paz, la paz en plenitud, implica lograr un desarrollo nacional y regional en el marco de la construcción de justicia social donde impere la equidad, el bienestar general y la seguridad.

En desarrollo de este concepto, en días pasados vivimos los colombianos en ejemplo de lo que es el deterioro de los valores éticos y morales con el espantoso caso del abuso y asesinato de la menor Yuliana Samboní. Nadie habría podido imaginarse tanta maldad y dolor hacia una niña de tan solo siete años. Y lo preocupante es que hoy estamos escandalizados por ese caso pero todos los días, en distintos lugares del territorio nacional, se presentan horribles ejemplos similares, de abuso o de violencia intrafamiliar. De allí, que necesitamos una política agresiva liderada por el Gobierno para recuperar nuestros valores y lograr llegar a lo que sería un verdadero estado de paz y de desarrollo.

Todos estos espantosos hechos es lo que podríamos llamar cultura de la violencia, y los pactos de terminación del conflicto no traerán de un día para otro la cultura de La Paz. ¿Qué decir de los altos índices de corrupción por los que estamos viviendo? A tal punto que seguramente incluso los amantes de la corrupción ya están diciendo que el premio Nobel antes de ser otorgado de manera merecida y como reconocimiento a una labor, fue comprado a través de un contrato petrolero que el Gobierno colombiano le dio a una de las directivas del premio.

Lo que es cierto es que Noruega, sede del premio que se ha caracterizado a través de los años como un país donde imperan los valores y no existe corrupción. Corrupción la que existe aquí en Colombia y que tenemos que derrotar.