En busca de puerto seguro | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Diciembre de 2016

Se recibió con beneplácito la noticia de haberse concretado nuevo acuerdo de paz entre la delegación del Gobierno y voceros de las Farc en La Habana. Se escuchó al Presidente Santos cuando informaba que las delegaciones encargadas de hacer los debidos cambios al texto del acuerdo presentado en el plebiscito cuando la mayoría de votantes que no lo acogieron por varios puntos inaceptables. Manifestó que habían llevado con toda lealtad esos puntos a la mesa de negociaciones y  habían llegado, después de gran dedicación, a nuevo texto, habiendo acogido, casi en su totalidad, las solicitudes de cambio.

Se escuchó al Presidente que había presentado el nuevo texto a los principales voceros del No en el plebiscito, con lo cual surgía esperanza de que este nuevo texto sería objeto, naturalmente, de algunas modificaciones que incluyeran puntos que se consideraran, todavía,  de necesario cambio para llegar al mayor consenso posible para darle piso firme a la paz. Esperanza que daba optimismo, considerando que por más prisa que hubiera, por algunas circunstancias, lo más importante era tener la mayor unidad posible en torno a un documento que uniera a todo el pueblo colombiano, para  llegar, así, a la anhelada paz.

Pero al leer el nuevo texto se encuentra que solo en algunos puntos había clara  aceptación de los cambios reclamados por la mayoría de votantes en el plebiscito, y que en la mayor parte eran solo ligeros retoques. Se constató alguna aceptación de no darle directa acogida a laideología del género”, así como la lógica aceptación de no dar privilegios económicos al partido que surja de la dejación de armas de las Farc. Se advirtieron otras modificaciones importantes pero en varios puntos importantes no quedó plena claridad, con grave peligro de inaceptables interpretaciones futuras.

Se encontró que en el nuevo texto no se quitó lo de conexidad  de graves crímenes como el narcotráfico en “delitos políticos”, calificativo, con el que quedan impunes. No quedó tampoco clara la relación de justicia aplicada por jueces especiales, creados para juicios de guerrilleros, con la justicia ordinaria. No quedó claridad en cuanto a tratamiento adecuado a las víctimas, algo reclamado por sus voceros, ni respuesta por numerosos secuestrados aún no devueltos, ni  lo del regreso de los niños enrolados en las filas de la guerrilla. Todo esto, y otros puntos más, merecían retoques importantes, para un consenso unitario, único capaz de cimentar verdadera paz.

En ese estado de cosas, sin aceptación de cambio alguno de los solicitados por voceros de la mayoría de los votantes, se pasó, a la firma oficial de ese nuevo texto, y se lo entregó al Congreso, con mayorías generosamente cultivadas, y fríamente calculadas para que ratificaran el nuevo acuerdo con voto afirmativo. Estos detalles han dejado razonable gran insatisfacción. Manifestar que en la “implementación” se conseguirán las enmiendas necesarias, ojalá se pudiera, pero no da credibilidad vista la tozudez en la defensa de las concesiones dadas a las Farc.

Como han quedado las cosas tenemos un país dividido, con defensores de un acuerdo que se da por inmodificable y opositores a él con razones valederas y no por colocar obstáculos. Es grave situación, que no abre camino real a la paz, así consiga algún cese de hostilidades de las Farc. Queda, entonces, aún, que se busque salida patriótica hacia un amplio acuerdo nacional, aceptando otras enmiendas, como se hizo a detalle relacionado con militares, dejando de lado posturas inflexibles de lado y lado e intereses políticos, y pensando solo en el bien de la patria.

Oración, dedicación a profunda Evangelización y reclamo de sentido patriótico de los encargados de dar esos pasos para máxima armonía nacional, es la voz de la Iglesia de la gran mayoría de los colombianos en busca de puerto seguro.

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com